domingo, 29 de septiembre de 2024

PARALISIS



 

Cristina despertó en medio de la noche. Se hallaba en su habitación. Trató de moverse pero descurbrió que no podía. Era otra de sus famosas parálisis de sueño. Últimamente había sufrido muchas. Ni siquiera podía saber qué hora era. Ni mover ninguna artículación. Estaba completamente inmóvil, sujetada por cuerdas invisibles que aprisionaban su pecho. Pero no estaba sola.

No podía verlo, pero sí podía oírlo reptar por las paredes de su habitación. Las cortinas tapaban la luz de la luna llena, sumiendo la habitación en la más profunda oscuridad. Cristina se sentía nerviosa. Notaba su respiración agitada, pero trató de serenarse. Solo era otra noche más de parálisis. En un rato quedaría nuevamente dormida y luego despertaría, lista para empezar el nuevo día.

Lentamente, su visión se adaptó a la oscuridad de la habitación. Pudo ver con claridad la mesita de noche apoyada a su lado, y el camisón blanco con el que dormía. Cristina tenía treinta años. Suspiró. Vio entonces algo reptar por la pared izquierda de su cuarto, donde había apoyada una estantería con varios libros. Algunos de estos se cayeron y la estantería tembló.

Solo es un sueño se dijo. Trató de emitir con su boca algún sonido, pero tampoco fue capaz de abrirla. La criatura reptó por el techo. Su cuerpo era alargado, sus extemidades también. No tenía dedos, en lugar de eso, eran garras. No podía verle los ojos, porque su larga melena negra los ocultaba, pero si pudo ver sus afilados dientes, que eran como sables.

La criatura seguía reptando mientras que el terror que sentía Cristina iba incrementándose. Y de pronto, tuve el rostro de la criatura delante de ella. Cara a cara. El pelo se apartó un poco del rostro de la criatura, dejando entrever dos profundos y terroríficos ojos completamente negros y sin iris. El ser soltó un gruñido, que Cristina entendió como una risa gutural con tono burlón. Notaba el aliento a podrido del ser. Las garras de la criatura acariciaron sus mejillas y un sudor frío la invadió. Parecía ser muy real para ser solo un sueño ¿no?

Creo... que no estoy soñando. O ¿es un sueño lucido?

El ser rugió, un rugido que llenó los oídos de la chica y encogió su corazón. Estaba inmóvil y no podía hacer nada contra aquella criatura. Iba a morir, lo presentía. La criatura abrió la boca, revelando una segunda hilera de dientes afilados y alzó el brazo derecho, extendiendo las garras, dispuesto a acabar con la vida de Cristina.

Y de repente, un cuchillo hendió el aire y se clavó en la espalda de la criatura, que expresó sorpresa y acto seguido se apartó de Cristina soltando un chillido gutural.

— Veo que te gusta atacar a victimas indefensas — dijo una voz femenina —. Veamos que tal te las apañas conmigo.

Cristina, al haberse apartado la criatura, pudo ver a una mujer delgada, de cabello castaño y ojos verdes. Portaba en la mano otro cuchillo. El ser estaba frente a ella y la miraba con rabia.

Que sueño tan raro es este pensó Cristina. Ella no tenía tanta imaginación. Era profesora de matemáticas, no utilizaba la imaginación a menudo.

La criatura se abalanzó sobre la chica, que lo esquivó. Un segundo más tarde, del cuello de la criatura brotó sangre negra y se desplomó en el suelo, muerto. Cristina se mostró desconcertada, hasta que vio que el cuchillo de la chica estaba lleno de sangre oscura. De alguna manera, la chica misteriosa se había movido tan deprisa que había cortado el cuello del ser con el cuchillo. De pronto, la pesadez de su cuerpo desapareció y ella pudo moverse.

Pero cuando se incorporó, ni la criatura ni la chica se encontraban ahí.

Definitivamente ha sido un sueño decidió Cristina.

Sin embargo, la sombra de una duda albergó en su corazón.