domingo, 7 de julio de 2019

URBAN FANTASY: DAMA DE BLANCO



Esto sucedió en una localidad de los Estados Unidos. Esta historia comienza con un hombre conduciendo un coche.

Era de noche, a eso de la una de la madrugada.

El hombre tenía treinta y cuatro años. Pelo negro enmarañado, sin barba. Estaba recién afeitado. Sus ojos grises miraban atentos al camino. Llevaba dos días sin beber alcohol, eso era todo un éxito en él. Supongo que perder a una esposa por cáncer tenía eso. Al menos en su caso. Había sucedido apenas cinco días. Todavía notaba las lágrimas amenazando con salir, pero necesitaba tener los ojos despejados, o tendría un serio accidente. Al menos, no tenía hijos. Tampoco padres, aunque sí amigos. La carretera estaba oscura, pero gracias a las largas podía ver sin problemas. A la izquierda se extendía un barranco, por el que podía visualizarse un pueblo. A la derecha, un oscuro bosque.

Frenó en seco.

— Joder.

Tuvo que decirlo. No era para menos. Frente a él se hallaba una hermosa mujer, de cabello rubio, ojos negros y vestida de blanco. Un blanco impecable, sin manchas, como si estuviera recién lavado. El hombre, llamado Jon, esperó a que la mujer llegara a su ventana. Entonces la bajó y preguntó:

— ¿Te has perdido?

Ella asintió. Jon suspiró, sin estar seguro de qué hacer, pero finalmente dijo:

— Sube anda. Te llevaré a casa.

Ella, sin rechistar, se subió al asiento del copiloto. Para eso primero tuvo que dar toda la vuelta al coche. El momento le pareció eterno a Jon, hasta que finalmente ella se subió. No se abrochó el cinturón, pero Jon tampoco echó cuenta de esto. Se puso en marcha.

— ¿De dónde eres? ¿Cómo te perdiste?

— Solo quiero volver a casa — respondió ella.

Su expresión era seria, aunque Jon no era capaz de adivinar que se escondía tras sus ojos negros.

— ¿Eres del pueblo?

Ella no dijo nada. Entonces, Jon se inclinó hacia la guantera y la abrió, al tiempo que sacaba un libro y decía:

— Perdona pero necesito coger una cosa.

Entonces, sin previo aviso, paró violentamente el vehículo y golpeó a la chica con fuerza en la cabeza con el libro. Se soltó del cinturón, pero ella fue más rápida y lo agarró del cuello, aprisionándolo. Ella se sentó encima de Jon mientras a su vez, iba apretándole la garganta sin compasión. Jon notaba el aire escapar de su cuerpo.

— ¡SOLO QUIERO VOLVER CON MIS PEQUEÑOS! ¿TAN MALO ES ESO?

La voz de la chica era una desgarradora súplica. Jon vio como la mujer lloraba de pena.

— Tus... hijos... están muert... os chica.

Dijo como pudo.

— ¡MENTIRA! Pagarás las mentiras... pagarás lo que le hiciste a tu esposa... ¿cómo te atreves a no concebir hijos? Son lo más hermoso que hay...

Jon logró empujarla hacia atrás. Tosió para recuperar el aire pero la mujer se abalanzó nuevamente.

Esta vez, Jon se apartó a un lado al tiempo que exclamaba:

— ¡Esas no son razones para matar! ¿Qué no te das cuenta? ¡Eres un espíritu!

— Sé lo que soy — la voz de la chica cambió ligeramente. Tenía un tono ahora más sobrenatural —. Seré una Dama de Blanco desde hoy siempre. Castigaré a los tipos como tú.

— Eso no es justicia.

Sin más dilación, la Dama se abalanzó sobre Jon, pero este colocó entonces un crucifijo sobre ella. La Dama chilló de dolor y se esfumó. Jon respiró entrecortadamente. Cuando se recuperó, se puso nuevamente al volante y guardó el libro y el crucifijo, que le había prestado un amigo cura. Ambos, el Cura y él, eran conscientes de que aquella no era la única Dama de Blanco. Había muchas más. Los Cazadores de Damas como él, tenían la obligación de detenerlas. Algunas eran inofensivas, otras malvadas, otras confusas, pero todas tenían que descansar.

Próximo destino: Brasil.