¿Eres fan de la mitología japonesa? Si así es, quizá hayas oído hablar de la niña del baño. Si no, bueno, ahora voy a relatar de qué va esta leyenda. La trama que contaré obviamente es falsa. Pero ¿el mito será cierto? Quién sabe. Comprobarlo es bastante fácil. Aunque demostrarlo quizá no tanto.
Todo empezó una tarde de Viernes en un pueblo cualquiera de Japón. No, no vamos a poner Tokio, demasiado visto ya. La protagonista de esta historia, es una joven de doce años de edad con el cabello negro corto. Se llamaba Sonoko.
Sonoko había salido a hacer unos recados a su madre, cuando de repente le entraron ganas de ir al baño. Su instituto estaba cerca así que fue allí.
El instituto estaba prácticamente vacío y aquello la amedrentó un poco. De no ser por las ganas de orinar, se habría marchado enseguida. El servicio de las chicas, lejos de estar impoluto, estaba muy sucio. Polvo, papeles y pañuelos por el suelo, el espejo manchado... casi nada estaba limpio por la de gente que entraba y salía.
— Esto está hecho un asco — dijo la niña indignada.
Apenas sí podía ver su rostro en el espejo: ojos castaños, cabello negro corto. Vestía un vestido azul, su favorito.
De pronto, escuchó un ruido procedente del cuarto cubículo. Aquello la paralizó por un segundo. Luego tragó saliva y se dijo que no podía ser.
— ¿Qui... quien... anda ahí?
Preguntó tímidamente. No hubo respuesta. Trató de calmar su acelerado corazón. Posiblemente solo había sido el viento. La ventana del baño estaba entre abierta. Sin saber muy bien porqué, se dirigió hacia la cuarta puerta. Estaba muerta de miedo, pero su curiosidad era mayor.
La curiosidad mató al gato se recordó la niña. Una vocecita interior luchó contra la razón: Pero el gato murió sabiendo. No se lo pensó más y abrió la puerta.
Y allí estaba ella. Bajita, cabello corto negro. Sus ojos la miraron con un odio ancestral, de hace siglos. La niña, la que miraba a Sonoko, se incorporó lentamente. Llevaba falda roja y la camiseta blanca estaba manchada de sangre. Sus manos parecían garras y estaba llena de heridas. La sola contemplación de la niña dejó petrificada a Sonoko. Ni siquiera podía temblar, del terror que sentía.
Así que es real pensó Sonoko. Hanako San... existe.
Dos profesores
estaban conversando cuando escucharon un grito. El grito de Sonoko.
Cuando acudieron allí, era demasiado tarde. La encontraron
petrificada en el suelo, viva. Sin signos de heridas, ni nada. Solo
había un mensaje escrito en sangre que se borró a los pocos
segundos:
MI NOMBRE ES HANAKO SAN. Y HAS IRRUMPIDO MI PRIVACIDAD.
Sonoko fue a psicólogos y a todos les contó lo mismo: que había visto a Hanako san. Pero no lo contaría hasta tres años después, cuando empezó a hablar, ya que su visión la dejó tan trastocada que no pudo hablar por todo ese tiempo. Los médicos achacaron que su imaginación le jugó malas pasadas y finalmente Sonoko tuvo que fingir que "se había sanado" para que no la tomaran por loca y encerraran en un manicomio. Pero ella sabía la verdad. Y nunca jamás, volvió a pisar un baño ajeno. Al menos, sola.
EXPLICACIONES SOBRE EL MITO
El mito de Hanako existe desde los años ochenta u cincuenta. Hay varias versiones de como este fantasma empezó a existir. Algunos dicen que su padre era abusivo y la mató. Otros, que una bomba enemiga la mató. Sea cual fuere la versión, la cosa es que suele encontrarse tras el tercer o cuarto cubículo del baño de chicas o de alguno sucio. En Japón se aprovecha esta leyenda para que los niños mantengan limpios los baños.
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