Todo empezó
un treinta de octubre del año 2014.
Hola, me
llamo Malcom, tengo quince años y digamos que soy un poco antisocial
(MUCHO). Vivo en un pueblo de EEUU junto a mis padres y mi hermana de
diez años, llamada Alicia. A continuación paso a describiros un
poco mi físico y el de mi hermana.
Yo tengo el
cabello negro, algo despeinado, ya que casi nunca puedo peinarlo
bien. Cierto es que soy torpe, pero creo que hasta mi cabello la
tiene tomada conmigo. Llevo gafas por causas de astigmatismo y un
poco de miopía. Sin las gafas, veo bastante regular, si bien tampoco
soy del todo vulnerable.
Mi hermanita
tiene el cabello negro como la noche, ojos castaños y un rostro
impasible. Es muy lista y se le dan genial las letras y las
matemáticas así como el arte. Es esa clase extraña de persona que
puede elegir el destino que desee. A mí el arte se me da bien, las
letras también pero soy un completo inútil con las mates, apenas sí
paso de algunas ecuaciones y problemas realmente complejos (suerte si
consigo resolver siquiera dos de ellos).
Pero basta
de hablar de mí y mi hermanita. No voy a desprestigiar a mis padres,
así que os hablaré de ellos, pero más rápidamente, pues lo que
interesa es la historia. Mi padre es empleado en una fábrica de
teléfonos y mi madre trabaja de camarera en un restaurante bastante
caro.
Todo empezó
aquel fatídico día de Octubre, aunque no se extendería más allá
de dos días. Fue el día en que se mudó a nuestra calle un nuevo
vecino. Y fue Alicia la que me alarmó.
Ella y yo lo
vimos a través de la ventana. Como mis padres estaban el noventa por
cierto del día fuera (comían fuera y todo) pues casi siempre
estábamos ella y yo solos. Vimos su camión aparcar, a él (al
vecino) sacar cajas junto a sus ayudantes; entrando y saliendo de la
casa y del camión.
El vecino
tenía el cabello negro, ojos rojos y la piel muy pálida.
— Un
vampiro.
Dijo mi
hermanita. Solo tenía diez años, así que hice caso omiso de sus
palabras. Cuan equivocado estaba...
Aquella
noche mis padres avisaron de que no vendrían, así que mientras mi
hermana dormía, yo me encerré en mi cuarto a jugar a la Xbox. No
juego Online. Soy antisocial hasta para eso, así que en su lugar
estuve dándole caña a la campaña de un Shooter. Para los que no lo
sepan, un Shooter es un juego de disparos ya sea en primera o tercera
persona.
Era la una
de la mañana cuando empezaron los ruidos.
Al principio
solo fue un ruido aislado y casi ni me enteré. Aún así, yo,
curioso, me puse a investigar. El ruido provenía de la calle, la
cual se encontraba completamente desierta. No había luces, ni coches
pasando. Supongo que por eso lo escuché. Estaba todo en un silencio
sepulcral. La casa del vecino estaba completamente a oscuras, tal
como las demás. Pero los dos siguientes ruidos que escuché
provenían de ahí. Era como si alguien se golpeara con un mueble y
gimiera. Curioso, me aseguré de que mi hermanita dormía
plácidamente y salí afuera, llaves en mano. Las guardé en el
bolsillo del pijama.
Entré en la
propiedad de mi vecino (si, ya sé que eso se considera allanamiento
de morada, pero deseaba saber que ocurría) y me puse a investigar.
Al investigar una ventana, vi a mi vecino y un bulto en el suelo.
Como estaba oscuro, no sabía qué era ese bulto. Ya os lo
imaginaréis supongo. Sí, era un cadáver.
No llegué a
ver el cuerpo de quien era, pero sí supe quien era al día
siguiente. Lo que en ese momento llegué a ver fueron los colmillos
de mi vecino llenos de sangre, sus ojos inyectados en sangre y una
mirada astuta y sanguinaria. Se volteó hacia mí, pues había
sentido mi presencia. Yo, cagado de miedo, me aparté inmediatamente
y volví a casa lo más veloz que pude, escondiéndome de las
ventanas. Al entrar en casa, vi a mi hermana de pie en la entrada.
— ¡Jesús!
— exclamé en un susurro.
Nunca daba
buen rollo ver una niña pequeña en medio de un pasillo en mitad de
la noche, sin luz alguna.
— Ya te lo
dije: es un vampiro — me dijo.
Llegó el
día de Halloween. Durante la mañana, me dediqué a espiar a mi
vecino, pero este no movió un pie a ninguna parte. Aunque todas las
ventanas estaban destapadas, había una, seguramente su cuarto, que
tenía las cortinas corridas.
Seguro
que el tío está durmiendo ahora que es de día. Jesús, María y
José.
Jamás había
rezado. Pero en aquel momento lo necesitaba más que nunca.
Aprovechando que mi enemigo estaba dormido, salí a comprar agua
bendita, madera, ajo y lo que fuera. No sabía qué era real y qué
era mito, pero había que probar. Ya de paso compré algo para comer.
De vuelta a
casa, me informé sobre vampiros en Internet. Algunos decían que
eran reales, otros que no... nada me quedaba claro. Pero me fié de
lo clásico. Pillé un mechero de casa y mi desodorante. Lanzallamas
casero. Tallé dos estacas. Cogí también una espada de madera. Para
el agua bendita, cogí una pistola de agua y coloqué el contenido
del frasco en ella. Pistola, estacas y espada de madera, además de
un collar de ajos. Más preparado no podía estar.
A quien el
vampiro había matado se trataba de mi vecino de enfrente, un
pastelero. Decían que le había dado un infarto. Solo tenía
cuarenta y tres años y hacía ejercicio siempre. Por no decir que
era vegetariano. Ignoro si a pesar de todo eso a alguien le podía
dar un infarto, pero desde luego, el hombre estaba más sano que yo.
No, yo sabía
que había sido el vampiro.
Llegó al
fin la noche. Antes de salir, bebí un poco de agua y comí algo.
Afuera, la
fiesta de Halloween ya había empezado. Los niños chillaban, corrían
de un lado para otro; otros solo caminaban. Múltiples timbres
llamando, muchos "trato o truco" por allí y allá...
Alicia,
disfrazada de brujita, me acompañaba portando la pistola de agua y
una estaca, además de ajo escondido bajo el disfraz. Ambos nos
enfrentaríamos al vampiro. Cuando la noche anterior me descubrió
regresando aterrorizado, le pregunté cómo sabía del vampiro. Ella
solo me respondió:
— Los
niños siempre ven cosas que los adultos no.
Así pues
decidí llevarla conmigo. Era sumamente inteligente y ambos nos
protegeríamos las espaldas. Además no podía dejarla sola, pues
seguro escaparía y vendría conmigo. Intenté que se quedara, de
verdad, pero la conocía demasiado bien para saber que no obedecería.
Antes de
enfrentarnos a una posible muerte, llamamos a algunas casas. Media
hora después fuimos a por el vampiro. Intenté entrar de día, pero
algunos vecinos salían a la calle y podían acusarme de homicidio si
encontraban el cadáver del vampiro (a menos que se redujera en
polvo, pero de aquello no andaba seguro) y de allanamiento. Y por si
fuera poco, la puerta andaba bien cerrada y las ventanas lo mismo.
Ahora en Halloween, era el único momento. Cuando él mismo nos abría
las puertas. El agua bendita no solo sería excelente para averiguar
si de verdad era vampiro, sino que si no lo era, no pasaría nada, y
si lo era, le haríamos un buen golpe. Llamamos a su puerta. Dimos el
trato o truco y mi hermanita, de acuerdo al plan, entró a la casa
cuando mi vecino saludó.
— ¡Alicia!
— dije fingiendo enfado.
Entré yo
también en su busca. Me miró traviesa, como si estuviera haciendo
la mejor broma del mundo.
— Venga,
hay que seguir recogiendo caramelos...
Le estaba
diciendo cuando de repente ella le echó agua al vampiro.
— ¡QUEMA!
Gritó con
una voz antinatural cuando el chorro le golpeó el pecho. El vampiro
cerró la puerta y yo, rápido como el pensamiento, lancé mi estaca
hacia su corazón. No obstante el vampiro era muy rápido, más de lo
que yo me pensaba y arrojó la estaca. Entonces me aventuré con el
mechero y el desodorante. Lo tenía guardado en una bolsita colgada
al cinto. No, no se me quedó atascado el mechero como pasa en muchas
series y películas "casualmente". Acerté, aunque solo lo
golpeé parcialmente. Mi hermana entonces lanzó más agua bendita
directa al vampiro. Este la alcanzó y antes de que yo pudiera hacer
nada, la mordió. Usé el lanzallamas para alejarlo y, ya conseguido,
seguí atacando pero el vampiro me golpeó en las costillas. Era tan
rápido que apenas sí podía prever sus movimientos. Pero cuando no
era uno, era el otro quien atacaba y en ese momento fue mi hermana.
El vampiro se alejó y entonces ella y yo combinamos nuestros
poderes. Usamos agua bendita y fuego. El vampiro chilló de dolor,
pero nuevamente nos esquivó.
Maldición
Por si no
fuera ya suficientemente difícil acabar con un vampiro, encima era
realmente esquivo y frustrante. Saltó, corrió y acabó golpeándonos
a mi hermana y a mí. Yo sangraba por la nariz; mi hermana estaba
inconsciente... o muerta. No quería pensar eso último. De todas
maneras casi no tuve tiempo de pensar, el vampiro se abalanzó sobre
mí. Lo esquivé en el último segundo pero aún así me agarró. La
velocidad vampírica era extremadamente superior a la humana. Quizá
si hubiese previsto su movimiento dos segundos antes no me hubiera
agarrado, pero esa es otra diferencia del humano con el vampiro:
tardamos más en ver venir las cosas.
El vampiro
fue a morderme...
Lo vi
hacerse cenizas.
Parpadeé.
Vi a mi hermanita, estaca en mano. Rostro impasible. Pero supe que
estaba muy asustada. La abracé. Aún tenía la marca del vampiro en
el cuello, dos pequeños agujeros en la yugular, del que manaba mucha
sangre.
Intenté
curarla. De veras que lo hice. Pero no hay cura. En cuanto el hambre
la atinó, no pudo resistirlo y devoró a su primer ser humano: un
joven de treinta años (supuse). Y entonces su transformación se
completó. Al parecer, según leí en libros que tenía el vampiro en
casa, una transformación no se completa sino se bebe sangre humana.
Hasta entonces, una vez mordida, pasan varios minutos antes de que la
sangre del vampiro y su saliva hagan efecto en la sangre humana. Se
mezclan y entonces ya no hay cura. La única cura sería que aquella
sangre infectada no se mezclase. Vamos, abría que sacarla. Desde
entonces, mi hermana Alicia desapareció en la oscuridad. A veces la
veo asomarse a mi ventana, otras, esta tan cerca de mí... me huele,
huele mi miedo, mi tensión. Sabe que estoy despierto, que no quiero
moverme. Cuando encuentro el valor para hacerlo, ella ya se ha ido. Y
siempre me da un beso en la frente antes de marcharse. Mis padres
lloraron amargamente su perdida. Solo saben que desapareció la noche
de ellos volver. Y que nunca volvió. Pero ella me escribe notas.
Notas que no puedo enseñar porque no me creerían. En una de ellas
me cuenta que se ha unido a un clan de vampiros al norte de la
ciudad. Cazan de noche, matan, mutilan... y que le encanta.
Y eso
significa que tengo trabajo.
Te quiero
hermanita. Por favor, perdóname.