Bob
se despertó. Estaba tendido en la tierra. Se incorporó de inmediato. No estaba
en casa. Aquella no era su habitación... ¿dónde estaba? Bob se asustó. No
debería asustarse, se dijo. Ya era todo un hombre, tenía doce años. Pero tenía
los nervios a flor de piel. Al serenarse un poco, se percató de que estaba en
medio de un bosque. Debía ser madrugada, porque la oscuridad aún envolvía el
entorno. Al caminar un poco, pisó algo. Al mirar hacia abajo, aparte de ver su
pijama sucio, en el suelo vislumbró una
nota. La agarró y leyó:
Que
empiece el juego. Tres notas has de encontrar, si vivir quieres.
¿Tres
notas? Pensó Bob. No lo entendía. Se
rascó su negra cabellera y luego se volvió. Había escuchado algo... Arrugó la nota y la guardó en el bolsillo.
Corrió entonces. ¿Dónde estarían el resto de notas? No lo sabía y tampoco le
importaba. Solo quería escapar de ahí.
Esto
tiene que ser una pesadilla pensó. Deseaba que así fuera. Tuvo que parar a
orinar. Contrario de lo que pensaba, pudo hacerlo bien. Y justo donde acababa
de hacer sus necesidades, encontró otra nota. Estaba manchada, pero igual le
valió:
Enhorabuena,
has encontrado una nota. Ve por la siguiente.
Guardó
su nota. ¿Era la primera o la segunda? Bob ni siquiera entendía porqué hacía lo
que hacía. Notó entonces una presencia extraña y al mirar detrás, lo vio. Era
un hombre... o lo parecía. Iba ataviado con un traje negro. No tenía rostro y
sus brazos se estiraron hacia él. Más de lo que un humano podía estirar sus
brazos. El hombre en cuestión se hallaba al menos a diez metros de él y sin
embargo sus brazos casi lo rozaron cuando Bob huyó despavorido. Corrió y corrió
por el bosque hasta localizar una cabaña. Sin pensar, se metió adentro y cerró
la puerta. El interior estaba oscuro, pero a Bob le dio igual. Solo deseaba
huir de esa “cosa” que lo perseguía. Ahora tenía más que claro que debía ser
una pesadilla. Una pesadilla muy real... Su instinto de supervivencia actuaba a
pesar de que Bob trataba de convencerse de que nada de eso era real. La luz de
la luna entraba por las ventanas. Aquello permitió a Bob adaptar su visión a la
oscuridad y ver un poco el lugar. Había un catre a la izquierda, una estantería
en frente de la puerta y una mesa de madera en el centro de la estancia. Y
sobre la mesa había otra nota.
¿Me
ha conducido aposta hacia aquí?
Al
coger la nota, esta rezaba:
¿Sobrevivirás
al final del juego...?
Bob
estaba cada vez más aterrado. Las lágrimas brotaron de sus ojos sin que lo
pudiera evitar.
—
Mami... — sollozó.
Cuando
se serenó, buscó en la estantería la última nota. Estaba decidido. Debía salir
de ahí. No sabía quién ni porqué lo secuestraron, pero tampoco le importaba.
Solo quería volver con sus padres. En las estanterías no obtuvo nada. De
repente, la puerta empezó a crujir. Bob de inmediato se metió bajo la cama.
Alguien estaba dando fuertes golpes a la puerta. Esta estalló en miles de
astillas. Y tras ella estaba el hombre misterioso.
Bob tenía el corazón en un puño. Latía tan
fuerte que temía que aquel hombre pudiera escuchar sus latidos. El hombre entró
en la estancia y la recorrió con la mirada. Luego se marchó. Bob respiró
tranquilo. Salió de la cama y se dispuso a salir de la cabaña. Debía escapar...
pero ¿adónde? Solo veía árboles y más árboles. En cuanto salió de la cabaña, el
hombre se puso delante de él. Gritando, Bob corrió mientras esquivaba como
podía los largos (y aparentemente infinitos) brazos de aquel hombre. Si es que
le podía llamar hombre...
Sus
brazos dejaron de tratar atraparlo. Bob pensó que quizás ya no podía alcanzarlo
más, o que tal vez se había rendido. Miró hacia atrás y no lo vio. Al mirar
adelante, allí estaba él. Bob frenó en seco. ¿Cómo... había llegado tan rápido?
Atemorizado, Bob trató de huir cuando de repente esos dos brazos se estiraron
más rápido de lo que Bob hubiese deseado y lo atrapó en un abrazo mortal. De
donde tendría que haber tenido boca, salió un aliento gélido. Bob chilló
mientras una nueva nota caía del bolsillo del hombre:
Game
Over.