sábado, 2 de marzo de 2024

LA COSA

 

Nunca olvidaré aquella cosa. Aquel ser amorfo e inmortal. Por más que lucháramos contra él, era imposible de derrotar.

Aquello fue hace años, y el desenlace fue bastante agridulce. Lo que tengo claro es que fue un desafío incluso para la capitana Carol.

Esta historia se sitúa en el espacio profundo. Da igual el año. Porque el planeta Tierra ni siquiera aparece. Dejamos ese hogar hace ya mucho tiempo.

Si bien en el espacio siempre está oscuro (a excepción quizá, de la luz de las estrellas), sabíamos que debía ser de noche en algún lugar, pues nuestros relojes aún seguían el ritmo circadiano de la Tierra.

Yo era bastante joven en aquella época, aunque lo de miedoso no ha cambiado mucho. Vivía en una gigantesca nave espacial, del tamaño quizá de un pueblo pequeño. Si, incluso desde esa perspectiva, la nave era enorme. Yo tenía por aquel entonces unos diecinueve años, mientras que Carol ya rondaba los veinte. Y yo andaba locamente enamorado de ella. Me llamo Charlie, por cierto.

Todos teníamos nuestro propio dormitorio, si bien algunos dormían juntos. Hacía ya años que dejamos la tierra, pues con esto del calentamiento global, acabó por morir, y ahora nos dirigíamos hacia otro planeta, situado a años luz. Para que os hagáis una idea del tiempo que llevábamos en la nave, yo tenía apenas cinco años cuando partimos al espacio. Todo cuanto recuerdo de mi planeta natal fue mares contaminados, animales muertos, plantas marchitas, un cielo gris, lluvias de fuego y ácido y miles de explosiones, entre otras cosas. No puedo decir que echara de menos mi planeta.

Durante todos esos años, la Guardia Espacial, a la cual Carol pertenecía, se había encargado de velar por la seguridad de la nave. Tengo que admitir que, lejos de ser un sistema corrupto, estábamos bastante bien.

Pero cuando esa cosa se coló en nuestra nave, llegó el caos.

Ocurrió esa noche de la que os estoy hablando. Me estaba orinando mucho, así que me levanté de la cama y fui al servicio. Los pasillos de la nave tenían ventanas con cristales de un material que desconocía, pues era prácticamente irrompible. Daba igual que lanzaras una granada, ni las paredes, ni el cristal se agrietarían. La nave estaba fuertemente fortificada. Y sin embargo, nada nos había preparado para aquella criatura.

Hice mis necesidades y tiré de la cadena pero, cuando estaba por salir del baño, escuché algo en el retrete de al lado de mi cubículo. Me quedé en silencio, escuchando atentamente, pero, tras unos segundos que no oí nada, iba a marcharme cuando nuevamente lo escuché.

Y entonces, del retrete surgió una especie de masa amorfa. Parecía una mezcla de gelatina con patas de araña. Tenía un color extraño, entre rosado y marrón. Abrí los ojos, sorprendido y pronto noté el terror invadir cada fibra de mi ser.

Uno de los guardias que pasaba por allí haciendo la ronda se fijó en mi expresión y corrió a socorrerme, cosa que agradecí. Aunque no sirvió de mucho. El guardia en cuestión llevaba la armadura (que a su vez servía como traje espacial) característica. Esta lo protegía de ataques y tenía una válvula de oxígeno, que duraría veinticuatro horas, con una toma de reserva de ocho horas. Llevaba en las manos una escopeta.

¿Estás bien? — me preguntó.

Antes de que yo pudiera responder nada, el guardia se fijó en el ser amorfo. Sin pensarlo dos veces, el guardia disparó con la escopeta. El ruido retumbó las paredes y las llenó de eco. Sangre abundante roja salió de ese ser, que chocó con la pared y quedó inmóvil.

Aquel guardia salvó a la tripulación y todos llegamos felices a nuestro nuevo hogar.


Ojalá hubiera sido tan sencillo ¿verdad? Pero aquella aparente victoria fue efímera. E hizo que todos bajáramos la guardia. Otros guardias aparecieron y mi salvador dio las explicaciones oportunas. Todos nos fuimos a dormir.

En mitad de la noche, me desperté de repente, inquieto. Me había parecido escuchar un grito. Sonó lejano y por unos momentos, creí haberlo soñado. Pero un minuto más tarde, los gritos se fueron intensificando y multiplicando. Me levanté de la cama rápidamente y me vestí. Salí de la habitación al pasillo y corrí dirección a los gritos. Tenía un mal presentimiento.

Más adelante, vi que la cocina estaba en llamas y en el pasillo, a pocos metros de la entrada a la cocina de la nave, se hallaba nuevamente la criatura. Pero ya no tenía forma de araña como antes. En su lugar, había adoptado forma semi humanoide. Su cuerpo era delgado, pero todavía gelatinoso y mantenía el color extraño de antes. Yo lo llamaba color vómito. No podía calificarlo de otra forma. Su cabeza era una masa sin forma, de la cual sobresalían dos grandes cuernos gelatinosos. No tenía piernas, pero sí brazos con forma de garras gelatinosas y en una de ellas sostenía una espada. A sus pies, los cadáveres de dos guardias permanecían inertes, con los ojos abiertos y sin iris, y rodeados por un charco de sangre rojiza.

Con las piernas temblando de puro terror, retrocedí varios pasos. La criatura se abalanzó sobre mí. Me habría matado de no haber aparecido Carol en el último segundo. En la mano izquierda portaba un escudo metálico, que usó para rechazar el ataque del ser. Ella le propinó una patada en la cabeza, pero todo cuánto logró fue atravesar su viscosa carne y ensuciarse el traje. Ella hizo una mueca de asco. La criatura la agarró de la pierna izquierda y la atrajo hacia sí. Creo que pretendía absorberla. Sin embargo, rápida como el pensamiento, Carol sacó su pistola y disparó varias veces a la cabeza de la criatura. Los disparos dieron en el blanco, haciendo que la criatura sangrara y la soltara. No sé porqué, las balas herían a esa criatura, más no la mataban. Una teoría que se me ocurrió fue que quizá tenía que ver con la fuerza y velocidad del impacto del proyectil. Tenía algo de científico, desde luego. Aquella cosa… ¿sería un experimento?

No iba muy desencaminado.

Carol, sin perder un segundo, disparó en más ocasiones. Cada disparo deformaba el cuerpo de la criatura, hasta que se volvió apenas un charco viscoso en el suelo. Ya sin balas en la pistola, Carol la guardó y sacó el subfúsil. Pero tras unos momentos, el charco quedó inmóvil.

¿Se ha acabado? — pregunté, no muy convencido.

Mi voz sonó bajita, revelando mi naturaleza tímida y asustadiza. Ella me miró seriamente y contestó:

Eso parece. Pero por si acaso…

Entró a la cocina. No sabía qué iba a hacer allí pero, segundos más tarde, salió portando una aspiradora. Con ella, atrapó el charco viscoso dentro para acto seguido ir a la sala de Válvulas de escape. Metió allí la aspiradora y eyectó la nave al espacio profundo. Vivo o no, la criatura no regresaría.

O eso pensábamos.

Problema resuelto — sonrió Carol.

Aliviado, emprendimos el camino de regreso mientras otros guardias y personal médico se encargaban de los muertos. Ahora quedaba la peor parte: informar a las familias. Pensarlo hizo que se me formara un nudo en la garganta. Aún asustado por lo que había sucedido, le pregunté a Carol, sin pensar:

Oye Carol, ¿Podría quedarme a dormir contigo?

Ella me miró, algo sorprendida por la pregunta. Enseguida me arrepentí, azorado. Ese tipo de preguntas no se hacían. Menos a la chica que te gustaba con la que no tenías ningún tipo de relación. Pero antes de poder retractarme, ella respondió:

Claro, sin problema. Ha sido una noche dificil. Tengo espacio de sobra en mi cama. Y no te preocupes por los monstruos, yo te protegeré.

Me guiñó el ojo. Su voz sonó dulce y cariñosa. Aquella me hizo sentir bien y me relajé. Llegamos a la habitación de Carol. Su cama medía 1,35 y como era de esperar, estaba deshecha. Sin desvestirme, me tumbé cuidadosamente sobre la cama de Carol. Ella fue al baño a cambiarse. Al salir, ya sin el traje espacial, no pude evitar sentir algo en el estómago. Carol dormía con un top gris de tirantes y un pantalón corto del mismo color. Se tumbó a mi derecha. Yo estaba en posición fetal. Ella se puso de cara a mí y sonrió al tiempo que me acariciaba con suavidad el cabello. Noté que me ruborizaba pero, si ella se dio cuenta de eso, no lo demostró.

¿Eras Charlie, cierto?

Yo asentí.

Si, te he visto alguna vez, por los pasillos. ¿Qué hacías levantado?

Oí un grito. Fui a investigar.

La próxima vez que oigas un grito, avísame. Iremos juntos a verlo. Pero no vayas tú solo. Es peligroso que un cívil vaya a la hora de dormir a investigar ruidos extraños.

¿Qué era esa cosa? — no pude evitar preguntar, aunque tenía serias dudas de que ella lo supiera.

La verdad, no lo sé. Nunca había visto un alien así. Su cuerpo es muy extraño. Además, ha cambiado de forma por alguna razón.

¿Crees que estará muerto?

Tras un instante de vacilación, respondió:

Sino lo está, lo estará. O no sobrevive en el espacio o no sobrevive encerrado en esa capsula.

Mi yo interior chillaba que le dijera cuánto la amaba. Pero no era el momento. Apenas si nos conocíamos. Me conformé con cerrar los ojos y escuchar, antes de caer dormido un dulce “buenas noches”, por parte de Carol.

Pero la pesadilla estaba lejos de terminar.

Al día siguiente todo transcurrió con normalidad. Yo fui a mi entrenamiento militar, para ser guardia espacial, y vi a Carol observarme con una sonrisa. En aquel momento yo todavía no lo sabía, pero ella ya me había pillado mirándola. Yo era un chico muy reservado, tímido. No tenía muchos amigos, salvo a Ned, un chico de cabello negro y tez oscura, que era mi único amigo desde hacía unos años. También tenía algo de relación con Nerea, una amiga de Carol, la cual tenía el cabello lleno de rizos negros. Ned era el cocinero de la nave mientras que Nerea se encargaba de dar clases a los más pequeños. Ese día, almorcé y cené con Carol y luego nos fuimos cada uno a nuestro dormitorio.

Pero, cuando estaba llegando a mi dormitorio, quedé paralizado.

Allí de pie, intimidante, se hallaba la criatura. Había adoptado la forma inicial, pero ahora tenía el tamaño de una tarántula gigante.

Quedé paralizado del terror. ¿Cómo había logrado sobrevivir en medio del espacio? ¿Acaso esa cosa podía sobrevivir sin oxígeno? El ser me atacó. Yo, paralizado de terror, habría muerto de no ser porque Carol apareció de repente y disparó varias veces, hiriendo a la criatura, que se volvió nuevamente un amasijo sin forma. Carol siguió disparando. Sin embargo, al mismo tiempo, el ser empezó a tomar forma de nuevo. ¿Qué aspecto obtendría esta vez?

¡Atrás, Charlie! — la voz de Carol era puro pánico.

Di varios pasos atrás. La criatura volvió a adoptar la forma humanoide y portaba su espada gelatinosa. Ahora parecía más resistente. Atacó a Carol, quien saltó hacia atrás. Trató de disparar nuevamente, pero se había quedado sin munición, de modo que tiró el arma contra esa cosa, que la esquivó con suma facilidad. Aquella criatura, además de poder sobrevivir sin oxígeno, era increíblemente resistente a cualquier ataque. Era imparable. ¿Cómo deteníamos a una criatura así? Debería poder morir, pensé, solo que no sabíamos como matarlo. Observé su cuerpo gelatinoso. Ciertamente, parecía tener un cuerpo semi líquido o líquido completo. Era algo así como gelatina.

Entonces caí. Quizá pudiéramos matarlo si…

Debía funcionar. Mientras Carol luchaba contra esa criatura, yo corrí a la armería. Allí encontré lo que buscaba: el desintegrador. Regresé corriendo y encontré a Carol recibiendo un golpe de la criatura.

¡Eh, pedazo de gelatina!

La llamé. Esta se giró hacia mí al tiempo que yo activaba el desintegrador. Un rayo azulado salió disparado contra la criatura, que soltó un chillido agónico antes de desaparecer para siempre.

Solté el desintegrador y me acerqué a Carol, quien se incorporó, algo desorientada.

¿Estás bien?

Ella asintió. Sin esperarmelo, me agarró el rostro y me plantó un beso en los labios. Noté sus dulces labios pegarse a los míos, cosa que me dejó sin aliento por un momento. Luego me abrazó. Mi rostro se pegó al de ella, muy cerca de su cuello. Olía a sudor debido a la pelea, pero me dio igual. Notaba su respiración agitada. Me acarició el pelo con dulzura y dijo:

Has sido muy valiente, Charlie.

Sonreí.

Habíamos ganado, cierto. Pero como dije, la victoria fue agridulce. Muchos guardias y civiles fueron asesinados antes de ganar. No sabíamos de dónde había salido aquel ser, pero lo que teníamos claro es que era algún tipo de bactería, que había tomado un tamaño enorme y vagaba por el espacio. Y parecía ser que lo habían creado en algún planeta…

Pero esa historia será contada en otro momento. Lo que sí os puedo decir, es que Carol y yo somos pareja, que me ascendieron en la Guardia espacial, que vivimos más aventuras y acabamos descubriendo el origen de aquella criatura.


¿CONTINUARÁ?


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