sábado, 1 de junio de 2019

LA FIGURA


Era noche cerrada cuando cinco jóvenes regresaban a casa después de una divertida salida entre amigos. Habían acudido a un Pub conocido de la zona, el cual estaba bastante concurrido en ocasiones. Esa había sido una de ellas. Eran tres chicas y dos chicos. Una era Laura, la cual tenía cabello castaño corto. Otra se llamaba Amanda. Llevaba el cabello rubio recogido en coleta y los ojos azules. Otra era una japonesa, se llamaba Yuko y tenía el cabello pelirrojo. Luego estaba Javier, que era calvo, de ojos negros y Manuel, el cual era alto, de cabello castaño. Tenían todos la misma edad: diecinueve. Eran las dos de la mañana, la calle se encontraba silenciosa; pobremente iluminada. Perfecta para una película de terror. Los chicos, al percatarse de esto, callaron.

Habían estado hablando tan despreocupadamente, que no se habían dado cuenta de lo silenciosa que había estado la calle. Laura se puso a mirar su móvil para ver si tenía buenas nuevas, pero entonces se quedó paralizada y su móvil cayó al suelo. No se rompió por un pelo.

— Laura ¿qué pasa? — le preguntó Yuko a la vez que colocaba una mano en su hombro y otra en la mejilla.

Amanda se agachó para recoger el móvil. Entonces palideció.

— Ya sé que ha pasado — dijo con voz débil, casi inaudible.

Al mirar todos la pantalla, sus rostros cambiaron. Primero estupefacción, luego horror. Entonces, Javier dijo en voz baja.

— Corred.

Porque tras el móvil, vieron una horripilante figura encapuchada, que sobrevolaba...

Corrieron a toda mecha. La figura los perseguía en silencio y congelaba todo cuando había a su alrededor. La capucha se le resbaló, mostrando un rostro quemado y grisáceo, sin ojos, aunque con boca. Una boca redonda. Sus manos eran pálidas y grisáceas. No se le veían los pies. Siguieron corriendo hasta perderlo de vista. Se escondieron en casa de Javier, quien esa noche estaba solo, pues sus padres se habían ido el fin de semana por trabajo.

— ¿Qué...era eso? — quiso saber Laura mientras jadeaba.

Javier colocó el pestillo en la puerta y fue Manuel quien respondió:

— No lo sé, pero espero no volver a verlo jamás.

Aquella noche durmieron aterrorizados todos juntos en la misma habitación. Las cortinas se movían en la oscuridad, provocando más de un resalto. A pesar de tener las puertas cerradas y las ventanas, no se sentían seguros. No obstante consiguieron dormirse a duras penas. Aunque mucho no durmieron. Todavía era de noche cuando al despertar, vieron horrorizados que Amanda había caído. En el interior de su pesadilla, la figura la atacó y la mató al instante con un zarpazo helado.

Y aquella no fue la única muerte.

Javier fue el segundo, años después. Al dormir, se encontraba en un parque, donde apareció la figura nuevamente. Javier huyó, desesperado, pero también murió por otro zarpazo helado.

Los forenses se fijaron en que las víctimas tenían el vientre más frío de lo normal en un cadáver, allá por donde las zarpas los alcanzaron. La marca de estas eran también visibles.

Semanas después de aquello, Yuko estaba duchándose por la noche cuando el ser apareció ante el espejo. Aterrada, Yuko se resbaló y mató.

Manuel estaba estudiando en casa a altas horas de la noche, meses después, cuando de pronto apareció la figura y lo asesinó.

Laura esperaba su hora. Cada día, atemorizada, esperaba su hora. Aterrada, muerta de miedo, pesadillas inundaban su mente. Tuvo novio, tuvo hijos y asistió a la muerte de sus padres. Por un tiempo, acudió a un centro médico unos meses por el fuerte estrés y síntomas de locura. Pero el momento jamás llegaba. Ella no lo entendía. Y no lo hizo hasta que cumplió los noventa y seis años. Entonces la figura al fin se le apareció. Ella estaba tendida sobre la cama, débil por una enfermedad. Su rostro convulsionó de terror.

— Adelante, monstruo. Hazlo — dijo mientras trataba de contener el miedo y el llanto.

Ya no le importaba tanto. Era débil y anciana y su hora ya prácticamente había llegado.

No quieres... saber ¿Porqué nunca antes vine a por ti? ¿Porqué fuiste tú quien se percató de mi presencia?

Laura se quedó asombrada de que aquel ser pudiera hablar. Antes de que pudiera decir nada, el ser habló:

— Yo soy aquello que vosotros, frágiles monos sin pelo, llamáis muerte. Lograsteis escapar de mí gracias a vuestro don de verme, don poco frecuente. Hacía milenios que nadie lo tenía. Tú estabas destinada a morir hoy. Y tus amigos esa noche. Tuve que hacer muchos cambios en el orden natural para poder llevármelos adecuadamente. Malformaciones, desgracias... con tu muerte, todo estará bien definitivamente. Al menos, por un corto plazo. Ahora es momento de partir... al más allá.

Para cuando los nietos e hijos de Laura llegaron, ella ya había fallecido. Lloraron mucho su pérdida y la enterraron dignamente junto a sus amigos. Arriba, ella se encontró con las almas de sus amigos. Se alegraron de verse y se dispusieron a pasar toda la eternidad juntos, a la espera del resto de sus seres queridos.

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