Hoy
voy a contaros una historia. La historia de cómo morí y regresé a
la vida. Era una noche oscura cuando esto sucedió. Era sábado;
medianoche. Iba caminando solo mirando el teléfono. Tenía por aquel
entonces diecisiete años. Cabello rojo y tez blancuzca. Mis ojos
eran verdes. Era alto, de metro ochenta y dos y delgado como una
hoja. De repente resbalé. No había visto un socavón que había
delante de mis narices. Tropecé, con tan mala suerte que mi cráneo
golpeó la superficie de una roca. Y mi conciencia se apagó.
Cuando
desperté, seguía siendo de noche. No obstante, me notaba torpe. Al
mirar mis brazos, vi que estaban podridos. Como si los gusanos se
hubieran comido su carne. Mi piel era verdosa y podía ver
literalmente el hueso bajo mis tendones. Dos de mis dedos derechos
(concretamente índice y pulgar) eran simples huesos.
¿Qué...
qué está pasándome? Al
principio pensé que simplemente era una pesadilla. Pero enseguida lo
descarté. Era demasiado real para serlo. Me incorporé como pude. Me
notaba extremadamente torpe. Mi cuerpo reaccionaba de forma errática.
Lo achaqué a la caída. Mi ropa (vaqueros y sudadera) estaba raída.
No entendía porqué. El socavón era pequeño, tan solo dí un
traspié y quedé sin conocimiento un rato. No encontré mi móvil a
pesar de que lo busqué. Tenía intención de llamar a urgencias.
Tendré
que ir yo mismo Fue lo que
pensé. Al salir del socavón, un nuevo pensamiento me inundó. Pensé
en los médicos y pacientes que habría en el hospital. Me relamí.
Por un segundo saboreé ganas de comer carne humana...
¿Qué
dices? Idiota. La verdad era que
tenía mucha hambre. Y eso que había cenado hacía poco... aunque
claro, sin hora, era difícil saber cuanto rato llevaba inconsciente.
Donde yo estaba ahora, no había nadie. Era una calle vacía, con una
carretera al lado y nada más. Las viviendas estaban un poco más
lejos. Caminé hacia adelante rodeando con cuidado el socavón. Mis
movimientos eran erráticos. Parecía un zombi.
Mientras
caminaba, me crucé con un hombre. Tenía aspecto fornido, se notaba
que iba al gimnasio. Cabello negro, bien afeitado y vestido de traje.
Sería abogado o vendedor de casas a lo mejor.
En
cuanto lo vi, el hambre se apoderó nuevamente de mí y me abalancé
sobre él sin pensarlo. Apenas era consciente de lo que hacía al
tiempo que escuchaba las súplicas de aquel hombre y devoraba sus
entrañas. Tenían un sabor exquisito. Me relamí, dominado por el
hambre mientras regresaban a mí los pensamientos de ir al hospital.
Sin duda ahí habría más gente... Y allí me dirigí. Cuando
llegué, solo recordé el caos que hice. Gritos, sangre... mi
conciencia iba haciéndose más difusa a cada paso que daba o mejor
dicho, a cada trozo de carne que tragaba. Recuerdo ver a los S.W.A.T.
Disparándome. Sus balas me perforaban las entrañas, pero ninguna me
hería ni mataba. Y a cada herida, un sentimiento de ira se iba
añadiendo. Eran demasiados, por lo que me obligué a huir. Pero
había mucho odio en mi interior. ¿Cómo se atrevían a herirme?
Para dar salida a esa furia, me permití cantar. Aún recordaba
hacerlo.
Iba
caminando por una calle oscura.
Me
resbalé, me caí, me partí la cabeza, me desperté y me convertí
¡EN
UN MALVADO ZOMBIE!
¡UN
MALVADO ZOMBIE!
Descubrí,
mi gusto por la carne humana, la sangre y las visceras.
Me
alegra oir el terror de las victimas, ver como sufren.
Porque
soy
¡UN
MALVADO ZOMBIE! ¡MALVADO ZOMBIE! ¡SOY UN MALVADO ZOMBIE!
Yeah.
Después
de cantar, decidí ocultarme. Acecho en las sombras. Si vas por un
callejón oscuro, ten cuidado. Yo podría estar al acecho...
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