Nota aclaratoria: RETAZOS es un compendio de escenas de mi novela Ángel Guardián 2. La 1ra parte está siendo subida al blog. RETAZOS puede servir como adelanto de la segunda parte o simplemente, una forma de expresar mis ideas. No le busquéis mucho la lógica y os animo a disfrutar de su lectura en su lugar.
Mery (O Bloody Mary, como anteriormente fue conocida) no podía creerlo: había sido derrotada por un mocoso que apenas si sabía entender su poder y sus dos amigos. Notó una opresión en su corazón y supo que moriría pronto. La muerte no la asustaba. Sabía que simplemente regresaría al Infierno, pero siendo ella el anticristo, eso no era problema. Nadie la molestaría allí. Simplemente, eso fastidiaba sus planes. Pero regresaría. Eso se decía mientras el dolor en el pecho se intensificaba, siendo todavía un dolor soportable. Pero también notaba cierto pesar. ¿Porqué? No eran sus metas fallidas, eso estaba claro. Era... algo más.
— Sé que tienes corazón — le dijo Jesús, mirándola fijamente. Esos malditos ojos castaños. El continuó hablando —: ¿Qué sientes? ¿Mereció la pena?
Fue entonces cuando Mery vio la oportunidad de abrirse. No lo hizo conscientemente. Más bien, en sus últimos momentos en La Tierra, lo vio una forma de hacer escapar aquella opresión que crecía en su corazón, y dijo:
— Siento, todo cuánto he sacrificado en pos de mis objetivos. Y... por extraño que resulte, también siento soledad. Todos a los que he amado, o respetado. Mi familia, amigas, mis compañeros. Todo y todos se han ido. Y todo cuánto queda es solamente dolor. ¿Lo ves?
Le dijo a Jesús, mirándolo fijamente a los ojos. Él, mejor que nadie, debería entenderlo. Él también había perdido a gente que amaba. Como a su ángel guardián.
— Amar solo significa dolor.
— El dolor forma parte de amar a alguien, Mery — le respondió Jesús, sintiendo que su voz le pesaba.
Mery se giró y miró el brillante atardecer sobre los campos que otrora fueron los Elíseos. Sonrió. Por alguna razón, esas palabras parecieron calmar la opresión de su corazón. Miró de soslayo a Jesús, y respondió, mientras notaba como aquellas eran las últimas palabras que salían de sus labios:
— ¿De verdad? En ese caso, se debe necesitar una fuerza increíble.
Acto seguido, Mery desapareció de la faz de la tierra, como si jamás hubiera existido.
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