Era 31 de octubre en
Springfield. Yo, Homer Simpson (sí, lo estoy escribiendo yo, lo
juro. Lisa no me está haciendo el trabajo a cambio de un día entero
de museos (en serio, ¿museos? ¡D’OH!) en fin, vamos con la
historia), tuve que quedarme en la oficina hasta tarde por culpa del
Señor Burns (juro que no hice ninguna trastada. ¿Desde cuándo
quedarse dormido agotado del trabajo es de ser vago?). Cuando todos
se marcharon, incluido el Señor Burns, pude marcharme. Era ya tarde
(incluso para ir al bar de MOE), así que decidí ir directo a casa.
Ah, y no he contado lo más divertido (digo
refunfuñando) Se
me estropeó el coche. Así que ahora tenía que irme andando desde
la Central, hasta casa, siguiendo el mismo recorrido que aquel juego
(que no existe en mi mundo) llamado Hit and Run.
Cerrada la central, me encaminé hacia casa.
La verdad, es que daba mucho miedo el parking de la central. El cielo estaba oscuro y había una gran luna redonda amarilla en el cielo. Solo mis pasos resonaban. Salía del parking y acabé en un camino de tierra. Al lado derecho había un bosque. Seguí caminando. Era tan tarde, que ni coches en movimiento había. Entonces, escuché unas risas. Al mirar hacia el cielo, vi la silueta de una bruja en su escoba. Me dio escalofríos. En aquel momento pensé que era mi cabeza, cansada de tanto trabajar (¿En serio, papá?) (¿Qué? Trabajo doce horas semanales ¿sabes? Venga, sigue con el relato, digo, continúo).
Pasé al lado de unas cuantas casas caravana. Saludé a Cletus, que estaba sentado en su silla de madera en el porche y crucé el puente que daba acceso al otro lado de la ciudad. Allí vi un cementerio. El cementerio de Springfield. Me adentré en él y visité la tumba de mi madre. La echo de menos la verdad…
Fue entonces cuando, sin aviso
previo, escuché gemidos. ¡Y de una de las tumbas salió un zombie!
En serio. Era pálido, grisáceo, delgado y gemía “cerebro”.
Grité, como suelo hacerlo en la serie
vida
real y salí corriendo todo cuanto me permitía mi espléndido
físico. Enseguida noté mi corazón latiendo con fuerza y cansado.
Sin duda, debido al trabajo, claro.
Fue cuando me percaté de que había zombies por toda la ciudad. Gemían cerebros e incluso vi como se comían a nuestro Lenny en la calle. Llegué al Badulaque, donde Apu, pensando por un momento que yo era un zombie, me apuntó a la cabeza. Al ver que no lo era, dijo:
— ¡Es usted, señor Homer! Lamento haberle apuntado ¿quiere comprar algo?
— Err… si bueno — respondí —. La verdad es que solo buscaba esconderme de los zombies.
— ¡Los ha atraído, idiota! — exclamó Apu al tiempo que disparaba a dos zombies que acababan de entrar.
Discretamente, salí por donde había venido. Desde luego, el Badulaque no era buen escondite. Debía llegar a casa.
Seguí corriendo esquivando zombies y por fin llegué a casa. Pero la historia todavía no había acabado. Al llegar, encontré la casa vacía y una nota de mi familia que decía:
Homer.
Alguien ha liberado a los zombies con un hechizo. Creemos que el hechizo viene de la sección prohibida del Colegio de Springfield. Si lees esta nota, estaremos allí.
Te quiere, Marge.
PD: Flanders cuidará de Maggie.
Estúpido flanders, pensé.
Así pues, cogí la escopeta que escondía en mi casa y me dirigí al colegio. Por desgracia para mí, Marge se había llevado su coche, así que tuve que ir andando.
Gracias a mi escopeta, pude darle su merecido a algunos zombies. Ah sí, al salir de casa vi a Flanders en la ventana de su dormitorio, con Maggie en brazos.
— ¡Hola, holita vecinito! — me dijo saludándome la mano mientras movía ese irritante bigotillo.
— ¡Callate Flanders, nadie necesita de tus palabrillas!
— ¡Entendido!
Una vez me hube librado del pelmazo de Flanders, mi camino a la escuela de los niños se me hizo más fácil.
Por fin pude llegar, tras deshacerme de más zombies de esos y subí las escaleras que llevaban a la escuela. Allí en el pasillo, donde no había luces (tacaños), había muchos zombies de los que me deshice con mi escopeta. Llegué al almacén de los libros, y allí estaba mi adorada familia: Marge, Lisa, y el niño . Tras abrazarlos, vi que Lisa sostenía un libro rojo.
— Homer, menos mal que has venido — dijo Marge.
— Papá
— dije
yo
digo, dijo Lisa simpson —. Con este libro, podremos deshacernos de
los zombies.
Entonces, escuchamos de nuevo la risa de la bruja. Ella apareció montada en su escoba, riendo, le quitó el libro a Lisa y se posó en el suelo. Era horrenda (aunque no tanto como Patty o Selma). Tenía cabello canoso, piel verdosa, una nariz muy fea y una verruga. Además, era rechoncha. No tenía el buen tipo que tengo yo. En fin, ella rio y mostró que solo tenía un diente.
— Oiga — dijo mi esposa —, ¿porqué hace esto?
— Aún recuerdo cuando perdí ese concurso de disfraces — refunfuñó aquella bruja —. ¡Este Halloween me vengaré! Tal vez escaparais la primera vez, pero esta vez dejaré que los muertos hagan su trabajo ja ja ja.
— ¡Usted era la bruja del concurso del especial de halloween XVI! — exclamó Lisa.
La bruja rio y lanzó un hechizo con su varita. Todos lo esquivamos. El hechizo rompió el suelo. Luego, cuando la bruja se disponía a lanzar otro hechizo, esta quedó inmóvil y cayó al suelo, muerta. Tras ella, ¡estaba Maggie! (gracias Flanders, eres un pésimo canguro). Al parecer, le clavó el biberón en el cuello. Sangre verde salió del cuello y se extendió por toda la sala.
— ¡Maggie! — dijo Marge, agarrándola en brazos.
Lisa cogió el libro, lo abrió, y pronunció algunas palabras que no entendí.
El caso es que, gracias a eso, los zombies volvieron a sus tumbas.
— Se acabó — dijo Lisa.
— Genial — dijo Bart —. Ahora volvamos. Quiero ver el especial de Halloween de Krusty. Y revisar la casa de Skinner.
Dijo mientras reía maliciosamente.
Como era Halloween, Bart vestía de pirata, Lisa de bruja, Marge de catwoman y maggie de pirata también. Yo, como estaba en el curro no me disfracé.
Mientras regresábamos, yo quise saber cómo sabían lo del libro:
— Espera — dije —. ¿Cómo sabíais lo del libro?
Lisa contestó:
— Cuando vimos que los zombies estaban atacando la ciudad y que los gritos eran demasiado reales para ser zombies, Bart y yo recordamos el especial de Halloween 3, donde ambos traímos de vuelta a los zombies. Pensamos que quizá en la escuela se hallara la respuesta.
— Bien pensado — dije.
Entonces me enteré de que Bart había llenado de huevos la casa de Skinner. Los dos nos reímos mucho. Vi a Skinner enfurecido. Y volvimos al cálido sofá, toda la familia, mientras que tuve que tragarme el estúpido programa de Krusty, quien estaba vestido de vampiro y tiraba calabazas al actor secundario Mel.
Ah, y me pareció ver al actor secundario Bob en la ventana de casa .
— ¿En serio papá? — dice ahora mismo Lisa, al momento de escribir estas lineas.
— Sí — respondo con toda la calma del mundo.
Veo a Lisa subir corriendo al cuarto de Bart y gritar horrorizada. La sigo y al llegar al cuarto del niño, veo que le habían ¡destripado! Me arrodillo, llorando, mientras veo las tripas de mi hijo fuera de su cuerpo, un cuchillo de cocina clavado en su frente y escrito en la pared con sangre:
DIE BART, DIE.
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