Antes de empezar el relato, me llena de alegría informarles de que ya está a la venta en formato físico mi novela Crónicas Elementales 😊.
Esta fue de las primeras historias que inventé, desde que era pequeño y ha ido creciendo conforme yo lo hacía. Inicialmente era una historia de terror, pero fue evolucionando hasta convertirse en una fantasía épica con tintes de fantasía urbana. En un mundo totalmente ficticio, que mezcla nombres ya existentes y otros inventados. Espero que este pequeño relato os enganche y os apetezca darle la oportunidad a este humilde escritor indie, que apenas empieza a dar sus primeros pasos en este mundillo. Si bien el libro está correctamente configurado, aún puede notarse ligeramente diferente a los libros fisicos ya acostumbrados. Esto es lógico, teniendo en cuenta que aún soy novato en este formato y es el propio Amazón el que se encarga de todo el proceso.
Por supuesto, iré mejorando con el tiempo hasta que poco a poco pueda ofreceros un formato físico que sea igual o superior al de una editorial, al punto que resulten indistinguibles. Pero por ahora, no soy más que un bebé en esta etapa escritoril. Siento la chapa, me pongo a escribir y no paro...
Disfrutad de la historia y os animo a comentar lo que os ha parecido, siempre desde el respeto y con críticas constructivas. También os animo a compartirlo en vuestras redes sociales, para que llegue a más gente. Y sin más, vamos allá...
Lily se hallaba leyendo tranquilamente tumbada en la cama de su habitación, cuando de repente escuchó un estruendo. El libro se le cayó de las manos; la tierra entera tembló, ocasionando que algunos libros, lápices y objetos de diferentes tipos y tamaños se cayeran de su lugar. Preocupada por lo que pudiera haber sucedido, Lily se acercó a la ventana, solo para quedar horrorizada por lo que vio a continuación:
La ciudad donde estaba situada su casa se encontraba en llamas. Varias casas y árboles de un bosque cercano que los rodeaba estaban en llamas. Y por si aquello no fuera suficiente, afuera se escuchaban lamentos y rugidos. Lily intuía de qué se trataba, pero se negaba a aceptarlo. Necesitaba verlo por sí misma sin importar cuán peligroso fuera.
Se calzó unos leggins, una camiseta de tirantes y unos botines blancos y salió disparada. Lily tenía catorce años; el cabello castaño recogido en una coleta. Sus ojos eran negros como la noche, temibles cuando se enfadaba. Medía 1’63 y su rostro era angelical. Si bien en aquellos momentos estaba asustada, la curiosidad podía más. Además, no iba indefensa. Sabía buenos hechizos aprendidos en la Torre de Hechicería Avidense. Aquella torre era el único lugar en toda Alavir al que los magos podían acceder para aprender sus hechizos a menos que algún mago o brujo les enseñara por su cuenta. Si bien pudieran parecer que mago y brujo eran lo mismo, estos en realidad no eran una forma más que de diferenciar grados. En el nivel más básico estaban los magos: seres humanos con capacidades mágicas básicas: atacar, defender, curar. Luego se encontraban los Hechiceros, que podían crear complejos hechizos y por último estaban los brujos: Estos eran capaces de crear complejas redes de hechizos que ningún mago o hechicero podía realizar, como el arte de revivir a los muertos o crear vida, siendo estos dos casos muy extremos. A menudo se usaba mago como sinónimo de todo.
Lily llevaba un año en la escuela y en otro año podría acceder al título de hechicera. Y tras unos pocos años más, al de bruja.
Afuera imperaba la noche oscura sin estrellas; solo iluminada por las llamas. El caos era peor de lo que había imaginado. Lo primero que vio para su mala suerte fue como un hombre era masacrado por una extraña bestia que ella jamás había visto. Era grande, de al menos dos metros del alto, de piel totalmente negra y robusta rodeada de pinchos gruesos que tenían la habilidad de estirarse y atravesar enemigos por lo que vio Lily. El ser rugió mostrando unos dientes afilados como cuchillos y ojos rojos que se fijaron inmediatamente en ella. Paralizada de terror, Lily no supo qué hacer. Afortunadamente para ella cuatro guerreros se interpusieron de inmediato ante la criatura portando lanzas y espadas. Lily no quería saber cómo acababa aquello, así que corrió y se dispuso a investigar cómo se encontraba el lugar. Mirara donde mirara todo estaba lleno de criaturas extrañas. Vio unos seres encapuchados de piel grisácea. Todo aquel que se acercó a ellos murieron. Lily, siendo joven maga, sintió una magia muy oscura en el interior de aquellos seres y decidió que no quería toparse con ninguno. Vio a otro ser más lejos tocando a un hechicero, que se desplomó inerte. Lily tragó saliva y siguió corriendo. No iba ciega: sabía lo que buscaba: a sus padres. Por lo que sabía, aquella noche debían encontrarse en el consejo de Luxbe, la ciudad de la luz, donde ella se encontraba ahora mismo. Allí se reunía el consejo, el cual lo formaban la reina Isabel, gobernanta absoluta de Alavir, junto a otros guerreros y brujos de rango alto. Si hoy se había reunido el consejo y se estaba ocasionando aquella batalla, no podía ser mera coincidencia pensaba Lily. Estaba indudablemente relacionado y aquello implicaba nada bueno. Siguió corriendo mientras veía a algunos magos y guerreros destruir sombras, zombis e inclusive vampiros. Había escuchado hablar de aquellas criaturas en clase, pero desconocía quienes serían los tipos grises o aquellas bestias con pinchos. Pero de una cosa estaba convencida: todos esos seres provenían del Inframundo.
El Inframundo era el submundo, adonde iban las almas muertas y estaba divida en dos zonas: el Hades y Elíseo. Al primero iban los que cometían maldades y al segundo los que habían sido en su mayor parte buenos. Los que se arrepentían de corazón solían tener una reencarnación para tener una segunda oportunidad, aunque decían que sus vidas eran más cortas que antaño. Y el Hades tenía no solo criminales, sino también monstruos. Eran el hogar natural de los vampiros, los licántropos, los zombis, las brujas de cuento (abreviadas simplemente brujas, ya que tenían el aspecto de las brujas típicas de cuentos de hadas) así como otras criaturas como bestias de sombras (criaturas hechas de oscuridad) y Si’loc (seres similares a cucarachas que iban a pie como los humanos). Si esas criaturas estaban en Luxbe significaba que un mago negro muy poderoso acababa de liberarlas.
Los magos negros se desprendían totalmente de grados. Mago, hechicero o brujo negro significaba todo lo mismo. Los había más poderosos y más débiles, pero todos tenían en común lo obvio: usaban magia oscura. Exclusivamente.
Lily escuchó entonces a un niño gritar. Se detuvo y miró en dirección al grito, hacia su derecha. Sobre una fuente se hallaba tirado un chico de cabello negro vestido con cota de malla. Se encontraba temblando, con la espada lejos de su alcance.
Pobrecillo, seguro que intentó ayudar y se murió de miedo se apiadó Lily. No sabía la edad del joven, ya que no podía verle la cara debido a que estaba agazapado, pero lo que sí tenía claro era al atacante del muchacho: una bestia de sombras.
Las bestias de sombras eran pura oscuridad, con dientes afilados como cuchillos y garras oscuras. Eran en extremo poderosos al usar pura energía oscura, pero tenían una debilidad mortal: no podían sobrevivir a la luz. Un hechizo simple de luz los exterminaba. Corrió hacia el chico rápidamente. Se interpuso entre él y la bestia, que rugió amenazante. Aunque aterrorizada, Lily hizo acopio de su poder, exclamó unas palabras apuntando con ambas manos hacia el ser y un haz de luz destelló de la palma de sus manos. La criatura rugió de dolor antes de desintegrarse por completo. Lily se sintió un poco cansada. Usar magia utilizaba energía del cuerpo, pues la magia era en sí misma energía que algunos humanos tenían el don de poder manipular. Lily se volvió al chico y le preguntó:
¿Estás bien?
El muchacho se incorporó y Lily quedó impresionada cuando vio de quien se trataba. Cabello negro, ojos azules… rostro ovalado. No cabía duda alguna, se trataba ni más ni menos de Jorge, el hijo de la reina Isabel. Tenía fama en el reino de ser un cobarde, pero tenían la esperanza de que se le pasase. Sin embargo, tenía dieciséis años y Lily dudaba de que fuera a cambiar.
Gracias por salvarme señorita — le dijo Jorge —. De no ser por usted yo ahora estaría muerto.
Ella necesitó un momento para deshacerse de la impresión y contestar:
No es nada… Príncipe ¿qué hace fuera? Corre peligro ¿Y sus guardas?
La bestia los asesinó. Estaba preocupado por mi madre y ordené que me escoltaran al consejo.
Lamento la pérdida de sus guardas… Yo voy para el consejo. Puedo protegerle.
Lily habló con seguridad, pero en realidad se sentía muy insegura. Pero no podía dejar al príncipe a su suerte y de todas formas tanto él como ella iban al mismo lugar y no estaban ya muy lejos.
Está bien, vamos.
Y juntos se dirigieron hacia el consejo. Esquivaron sombras, muertos vivientes y demás seres hasta finalmente llegar al consejo. Este se encontraba en un enorme edificio de aspecto griego similar al Partenón. A ese edifico se le llamaba Panteón debido a que se construyó en honor a todas las diosas que crearon el reino Alavir. Eran un total de seis, las cuales tenían un hermano malvado llamado Hades, quien era el que regentaba el Inframundo. En el pasado, al inicio del mundo las diosas crearon Alavir. Celoso, Hades creó el Inframundo y a sus monstruos y los liberó por todo el mundo provocando el caos. Como castigo, las diosas desterraron a sus criaturas y al mismo dios al Inframundo y colocaron pesadas cadenas para que él jamás escapase.
Pero si ahora un mago había roto esas cadenas…
La entrada al Panteón no fue sencilla. Tuvieron que esquivar de muy cerca criaturas encapuchadas de manos grisáceas y otras muy similares de manos negruzcas, como quemadas, a la vez que subían escalones hacia la entrada. Cuando finalmente llegaron a la entrada, vieron que las puertas habían saltado por los aires. Se encontraban en el suelo, rotas en pedazos. El interior, antaño bonito, era ahora feo y sucio.
El pavimento blanco era ahora gris y negro cubierto de sangre y motas de polvo. Los cristales que tenían a las diosas pintadas estaban rotos y la araña del techo pendía de un hilo. El lugar estaba lleno de muertos y solo tres personas quedaban con vida. La primera una mujer vestida con cota de malla, portando una espada con protección para la mano. Su cabello era negro y sus ojos, grises. Su mirada dura. El segundo un hombre de aproximadamente la misma edad que la mujer, con barba blanca recortada, calvo y ojos negros como los de Lily. Vestía armadura y portaba una espada en ambas manos. Y por último un joven con aspecto de lobo. Tendría unos veinte años más o menos y el cabello negro y largo. Su rostro era feroz y sus dedos parecían garras. Se trataban de Isabel, Fran y Licántropo. Fran era el padre de Lily. A Licántropo Lily lo conocía de vista. Lo único que sabía de él es que era un poderoso brujo. Los tres combatían contra un ser que parecía humano, pero Lily sabía que no lo era. Medía al menos tres metros de alto, su cabello corto era cobrizo y sus ojos, negros. Su expresión era dura e impasible. Su vestimenta totalmente negra. A Lily le llamó la atención uno de los cuerpos que estaban cerca de aquel desconocido. Era un cuerpo familiar para Lily y cuando lo reconoció, se derrumbó toda. Todas las fuerzas la abandonaron y un débil “no” salió de sus labios al tiempo que caía de rodillas al suelo. Jorge se inclinó sobre ella preguntándole que le sucedía, pero su voz le sonaba muy lejana. Porque el cuerpo que estaba ante ella era el de su madre, Eva. Tragando saliva y forzándose a no derramar lágrimas, se incorporó ignorando por completo al príncipe de Alavir y fue hacia su madre, quien se encontraba tendida sobre el suelo, inerte. Su expresión era puro terror. Eso significaba que había muerto con miedo. Aparte de algunas heridas leves, no había marca de herida mortal.
¿Cómo la mataron? ¿Fue ese tipo? Lily miró al monstruo que tenía delante. La ira empezaba a bullirle, pero era consciente de que no podía culpar a aquel ser sin pruebas. Pero sí que descargaría su ira contra él. Eso sí. Furiosa, gritó y se abalanzó sobre el desconocido descargando con sus manos un gran haz de luz obligando a Isabel, Licántropo y su padre a apartarse.
¿Hija? — preguntó sorprendido Fran.
La reina puso una mueca de asombro, pero no dijo nada. Licántropo se mantuvo impasible. Lily atacó sin cesar a la criatura, pero no le hizo nada, para asombro de Lily. La furia dio paso al miedo.
No… como…
Antes de que pudiera hacer nada el desconocido le propinó una patada que la envió a la pared con la cual chocó violentamente. Quedó tumbada en el suelo muy malherida. Aquel desconocido la había golpeado con una fuerza inusual, lo que confirmaba que no era humano en absoluto. Aparte parecía tener una resistencia inusual a la luz. Notaba la impresionante energía oscura en aquel ser, mayor que la de los seres grisáceos. Como norma general, los monstruos eran débiles a la luz, pero había otros, como ese, que eran excepcionalmente resistentes.
¡Conmigo! — ordenó la reina.
Licántropo y Fran asintieron y rápidamente rodearon al desconocido. Entonces, Licántropo e Isabel lanzaron un potente chorro de luz que cegó al enemigo, permitiendo a Fran acercarse a él y atravesar su corazón. El ser soltó un grito inhumano al tiempo que humo oscuro salía de sus orejas y boca. Cuando desapareció la oscuridad, el cuerpo estalló.
Aquello fue lo último que vio Lily antes de que su visión desapareciera.
La reina se acercó a su hijo. La expresión de ella era furiosa.
¿¡Cómo te atreves a desobedecerme!?
Acto seguido le dio una colleja.
¡Auch! — se quejó Jorge.
Ni auch, ni aoch. Suerte tienes que no sea más que una colleja. ¡Podrían haberte matado!
Pero… quería asegurarme de que estabas bien…
La reina suspiró de impaciencia y abrazó a su hijo, para sorpresa de este.
Eres igual que tu padre.
¿Qué está sucediendo? — preguntó Jorge.
No lo sabemos. Estábamos en la reunión cuando de repente ese monstruo entró junto con otros monstruos y masacraron a los demás.
Antes de que pudiera Jorge decir nada, algo estalló afuera y todos corrieron a mirar menos Fran, que fue a recoger a su hija. La alzó en brazos y salió afuera con los demás. Al salir, la reina quedó petrificada. En el cielo, unos rayos habían aparecido y tronaban con fuerza. Y en el centro de estos, elevado en el aire, se encontraba un hombre de unos treinta años; cabello castaño corto vestido con túnica morada. Aquella túnica implicaba sin lugar a dudas su rango como brujo supremo. Isabel supo, antes de que aquel brujo abriera la boca, que era el culpable de todo cuanto estaba sucediendo.
Mi nombre es Zodiac— se presentó —. Y juro por el dios oscuro que Alavir va a ser mío.