martes, 28 de marzo de 2023

LA PRINCESA Y EL DRAGÓN

 

Aunque era viernes, a medianoche, Manuel ya se encontraba tumbado en la cama, listo para dormir. Bueno, aunque antes quería que su chica hiciera algo por él.

Manuel tenía veinticinco años y le encantaba leer. Y convivía desde hacía un año con su pareja, de su misma edad, llamada María.

María y él se conocieron en el instituto, empezaron a salir al cabo de los meses y hacía un año se habían ido a vivir juntos, aunque no estaban casados. Aunque era algo que estaban meditando, pero todavía no se lo habían comunicado el uno al otro. Era una decisión importante y no debía tomarse a la ligera.

Manuel tenía el cabello castaño corto y ojos azules. Llevaba por pijama una camiseta blanca y pantalón azul. Su pareja apareció en el cuarto. Había terminado de lavarse los dientes. Su cabello negro le caía en cascada por los hombros, formando ligeros rizos que Manuel admiraba. Sus ojos verdes lo examinaron con curiosidad y luego, sus finos labios dibujaron una mueca de fingido fastidio. Luego sonrió y se dejó caer en la cama junto a él. A la derecha de él. Le acarició el pelo con dulzura y le besó en la frente.

María observó entonces el enorme libro que Manuel sostenía entre sus pequeñas manos. Él la miró con una sonrisa y una cara de emoción. No hicieron falta palabras, María ya sabía lo que él quería.

¿Quieres que te lea esa historia otra vez?

Sabes que me encanta esta historia. Y me gusta mucho que me leas.

Creía que el escritor eras tú. Yo solo soy profesora de literatura.

Ya, bueno.

Esa respuesta le dejó en claro a María que él no cedería. Podía negarse, claro, y no sería la primera vez. Pero esa noche no tenían plan mejor. Y de todos modos, sabía que a él le hacía ilusión, así que con un suspiro, agarró el libro, que tenía la portada de tapa dura color marrón, con el dibujo de un castillo. El libro era una recopilación de cuentos, pero en él había uno en especial que le encantaba a Manuel. Uno que rompía todos los esquemas de cuentos clásicos y les daba la vuelta, como una tortilla.

María abrió el libro cerca del final. Manuel se recostó en el regazo de ella. María llevaba un pijama color gris.

No te vayas a quedar dormido — le pidió María.

Manuel soltó un gran y exagerado bostezo antes de responder:

Te lo prometo.

María le dedicó una mirada de desconfianza completamente justificada. Luego sonrió y empezó a leer:

La princesa y el dragón.


Erase una vez, una princesa llamada Victoria, de diecisiete años. Vivía en el reino de Arador, y vivía felizmente casada con el príncipe Leónidas, al que llamaban Leo, para abreviar. Él tenía 18 años. Pero un día, una dragona apareció en el reino. Causó estragos, quemando aldeas, campesinos y guerreros por igual y a algunos brujos. Pero también logró capturar al príncipe, quien osó enfrentar a tal criatura: una dragona de escamas negras como la noche.

Después de tal tragedia, Victoria exigió aprender magia, pues luchar ya sabía, para poder rescatar a su amado. Mientras practicaba día y noche y sin descanso, multitud de grupos de rescate perecieron en el intento de derrotar a la dragona. Sin embargo, Victoria ya sabía dónde tenía la dragona secuestrado a su príncipe: en lo alto de su castillo, que se encontraba en lo más hondo del Bosque Tenebroso. Así pues, cuando estuvo lista y, sin que nadie la viera (pues la habrían detenido), salió en busca de su príncipe con la esperanza de poder salvarlo.

Atravesó los caminos reales y finalmente llegó al bosque tenebroso.

Al entrar, sintió que estaba en otra dimensión. El cielo estaba encapotado y amenazante de lluvia. Los árboles tenían espinas y estaban secos y grisáceos. El suelo de tierra estaba cubierto de hojas caducas.

Al rato de andar, vio a lo lejos el castillo. Pero la entrada al castillo estaba bloqueada por zarzas. Sin embargo, esto no fue un impedimento para la princesa, que con su poder mágico del fuego, quemó las zarzas, las cuales gimieron y se retorcieron de dolor. Aquello provocó un escalofrío en la princesa.

Entró al patio del castillo. Allí vio tirados en el suelo los cuerpos de los guerreros que quienes intentaron rescatar al príncipe y matar a la dragona.

Sobrecogida por lo que acababa de ver, Victoria siguió adelante, subió los escalones que daban a la entrada del castillo y abrió la gigantesca puerta de hierro que estaba ante ella. La puerta chirrió levemente, y pesaba muchísimo, pero Victoria logró abrirla lo suficiente como para pasar.

Subió a lo alto del castillo y allí, en la última habitación, que ella tuvo que abrir con magia (pues estaba bloqueada por un candado que la dragona había encantado con magia), se hallaba su amado. Él estaba tendido en una hermosa cama de dosel, dormido. Ella se acercó hasta él y lo miró con infinito cariño, aliviada de que estuviera bien.

Se acercó a él y posó sus suaves labios en los de él y lo besó.

Aquello rompió la maldición en la que la dragona lo tenía preso y despertó al príncipe quien, al verla, la abrazó.

Él era más bajo que ella, medía alrededor de 1,60, mientras que ella 1,80. Aquello había sido objeto de burlas en el reino, pero a ninguno de ellos les importaba. Su amor era más fuerte que cualquier prejuicio. Ambos se besaron nuevamente y, mientras él tenía la cabeza apoyada en el pecho de ella, esta le acarició el cabello con dulzura. Le dio otro beso en la frente y dijo:

Debemos irnos amor mío. La dragona podría regresar.

Léonidas asintió.

Agarrado fuertemente de la mano por su princesa, ambos corrieron. Llegaron a la entrada y salieron al patio.

Y por supuesto, ahí estaba la dragona.

La dragona lanzó un chorro de fuego hacia la pareja. Ambos se apartaron. Ella hacia la derecha, él hacia la izquierda, separándose así una vez más.

Pero la princesa, decidida, no iba a permitir que la dragona la separase de su amor una tercera vez y arruinara más vidas. Así que cuando lanzó otro chorro de fuego, Victoria lanzó un hechizo congelante contra el fuego de la dragona.

Luego, y anticipándose a la dragona, lanzó un rayo contra esta. Esta voló directamente hacia ella, pero no pudo evitar que un rayo la impactara contra la espalda. La dragona rugió, pero los dragones era increíblemente resistentes a la magia y Victoria tuvo que apartarse antes de que la dragona terminara de embestir contra ella. Vio como Leónidas, que había recogido una espada del suelo (proveniente de los soldados muertos) y lograba realizar un corte contra la criatura. Esta gritó y de un coletazo, logró lanzarlo hacia atrás.

¡Leónidas! — gritó preocupada la princesa.

Furiosa, vio como su príncipe se encontraba inconsciente, con la cabeza sangrando en el suelo. Lanzó varios rayos contra la dragona, pero solo uno la alcanzó.

Debido a que la magia gastaba energía, Victoria empezaba a sentirse agotada, pero la adrenalina y su determinación la impidieron rendirse. Y tuvo una idea.

La dragona lanzó otro chorro de fuego hacia Victoria. Y la habría matado de no haber activado un hechizo escudo. El fuego impactó, pero no la quemó. Entonces, Victoria gritó:

¡Lux!

Y un gran torrente de luz salió de su palma izquierda e impactó en el pecho de la dragona. Esta rugió de dolor. Victoria siguió presionando. Y finalmente lo logró. Intensificó el hechizo y la luz pronto invadió por completo a la dragona, desintegrándola.

La dragona era historia.

Preocupada, Victoria se acercó a su amor, lo acunó en su regazo y aplicó un hechizo sanador. Vio como Leónidas abría los ojos y la miraba con infinito cariño. Ambos se besaron. Ella le acarició el cabello con dulzura y dijo:

Ya ha pasado todo.

Y los dos volvieron al reino y fueron felices y perdices.

Fin."


Vale, ya...

Iba a decir María. Miró a su chico, pero él se hallaba ya profundamente dormido. Ella sonrió.

No tiene remedio

Cerró el libro y se preguntó en qué momento se habría quedado dormido. Le dio un suave beso en la frente, apagó la luz y se recostó en la cama. Con su brazo izquierdo, rodeó la cintura de su chico mientras él dormía en su regazo, sin ninguna sombra de preocupación en el rostro.

viernes, 24 de marzo de 2023

EL INTRUSO

 El teléfono sonó. Me desperté bruscamente. Por el despertador, eran las cinco de la tarde. Afuera, una fea tormenta había hecho acto de presencia.

Mi nombre es Emma. Vivo en España, pero soy de nacionalidad americana. Me viene a vivir a este país después de ciertos hechos que ocurrieron hacía ya diez años, pero que no vienen a cuento ahora.

Me incorporé. Por el reflejo del teléfono, pude ver mi rostro: cabello castaño, ojos de igual color. Llevaba vaqueros y camiseta verde.

Vi el número. Bueno, mejor dicho, no lo vi, porque marcaba desconocido. Lo descolgué. Sin embargo, no escuché a nadie cuando pregunté quién era.

— ¿Hola? — repetí, pero no hubo respuesta.

Pensando que quizás se trataba de una broma, decidí colgar.

Entonces, alguien llamó a la puerta de mi apartamento, donde vivía. No al timbre, sino a la puerta.

Me incorporé, salí del dormitorio y crucé el pequeño pasillo que había al salir de mi cuarto. Miré por la mirilla, pero no encontré a nadie. Suspiré. ¿Qué clase de broma era aquella? Un trueno irrumpió en el cielo y pegué un bote, porque a la misma vez, sonó el teléfono nuevamente.

Al dirigirme hacia allí, vi que era desconocido de nuevo. Esa vez le colgué.

Y entonces, escuché la puerta de mi apartamento abrirse. Pegué un brinco. Se erizaron todos los pelos de mi cuerpo y tragué saliva. Otra persona tal vez se habría escondido, pero yo saqué valor y me dirigí hacia los pasos. Estos ya habían recorrido el pasillo y quien sea que hubiera entrado, se había dirigido hacia el salón. Así pues, también fui yo.

Y allí estaba ella. Sentí las piernas como gelatina cuando la vi. Sobre todo, porque realmente llegué a pensar que jamás volvería a verla.

Llevaba pantalones negros, botas, camiseta de tirantes y chaqueta de cuero roja. Su cabello rubio ondulado recogido en una sencilla coleta. Labios pintados de rojo y una sonrisa sádica mientras sostenía en la derecha un cuchillo de carnicero.

— Hola hermanita — me saludó.

Así era, éramos hermanas. Aunque para mí dejó de serlo hacía ya diez años. Cuando mató a nuestros padres. Por eso me fui a España. Me cambié legalmente el nombre y me marché. Era menor de edad en Estados Unidos, pero aquí en España era mayor, así que busqué un trabajo y me fui a vivir sola. Ya tenía una vida aquí. Y por algún motivo, ella me había encontrado.

— Lucy — dije.

Aunque reflejé firmeza en mi voz, estaba muerta de miedo. Iba desarmada y Lucy tenía muy claras sus intenciones.

— ¿Cómo me has encontrado?

Pero mi hermana solo sonrió misteriosa y entonces, procedió a atacarme. Lanzó el cuchillo hacia mí y, solo gracias a mis reflejos, pude agacharme rápidamente y esquivarlo. El cuchillo se clavó en la pared detrás de mí.

El salón tenía un sofá a la izquierda, un televisor de cincuenta pulgadas a la derecha y una mesa con sillas de madera a mi izquierda.

Agarré con firmeza el cuchillo, pero antes de poder retirarlo de la pared, Lucy me dio una patada en la boca que me tiró al suelo y me hizo expulsar algo de sangre de la boca. Ella agarró el cuchillo, pero yo le golpeé la pierna y la hice caer.

Entonces, nos enzarzamos en una pelea en el suelo. Ella me dio una patada en el muslo y, aunque gemí de dolor, yo le di varias bofetadas y puñetazos en la cara. En un momento dado, ella logró posarse encima de mí y con ambas manos empezó a estrangularme.

Había visto estrangulaciones en la tele, pero no tenía nada que ver con la realidad. Era exasperante ver como el aire escapaba de los pulmones, como tratabas de boquear para dejar entrar el aire, pero no podías. Reuní toda la fuerza que pude y le di un puñetazo a Lucy en la nariz. Esta gritó y cayó al suelo. Me habría incorporado para contraatacar, pero todo cuanto pude hacer fue toser para recuperar el aire. Eso fue todo cuanto mi hermana necesitó para levantarse y finalmente, recuperar el cuchillo. Pero cuando me atacó con él, yo ya estaba lista y, con la mano izquierda, detuve su brazo derecho, con el cual sujetaba el arma y procedí a darle una buena patada en su vagina. Esta puso los ojos en blanco. De haber sido hombre, ahí habría acabado todo. No obstante, no me detuve ahí. Golpeé con otra patada su mandíbula y con eso, ella soltó el cuchillo, que cayó al suelo con un repiqueteo metálico. Agarré el cuchillo y entonces, hizo algo que no me esperaba: rodó hacia un lado, se levantó y salió corriendo dirección a la ventana del salón. Saltó, rompiendo el cristal. Al asomarme, ella ya no estaba.

No había muerto, pues su cuerpo no se encontraba en la calle. No, ella estaba viva. ¿Dónde? A saber. Planeando su próximo movimiento, seguro. Lo que estaba claro es que quería matar a la única familia que le quedaba.

Llamé, por supuesto, a la policía, entregué el arma y, tras varios interrogatorios, me pusieron vigilancia policial, pero ni aun así me sentí segura. Tampoco lo estaban mis amigas. Así que decidí, no marcharme del país, pero sí de la ciudad y cambiar de nombre otra vez

La policía me comentó que Lucy había escapado de la cárcel matando a una policía y haciéndose pasar por ella. Aún en ese papel, interrogó a algunos policías (los torturó) por información mía y uno habló. Así supo donde trabajaba (era profesora de inglés) y de ahí sacó la dirección de mi casa. Todo en unos pocos días.

Ah ¿queréis saber por qué mató a mis padres? Celos. Aunque Lucy era menor que yo (un año menos), tenía celos porque en aquella época yo era buena estudiante y ella no, así como tenía pareja y ella no (aunque la arrestaron antes de matar a mi ahora ex pareja, que, por cierto, sigue viva). Y ese fue el móvil.

Sabía que ella se había fugado, pero no esperaba que llegara a España ni que me encontrara. Y si lo había hecho una vez, volvería a hacerlo. Y esa vez, estaré preparada.

lunes, 20 de marzo de 2023

THE SIMPSON: HALLOWEEN

 

Era 31 de octubre en Springfield. Yo, Homer Simpson (sí, lo estoy escribiendo yo, lo juro. Lisa no me está haciendo el trabajo a cambio de un día entero de museos (en serio, ¿museos? ¡D’OH!) en fin, vamos con la historia), tuve que quedarme en la oficina hasta tarde por culpa del Señor Burns (juro que no hice ninguna trastada. ¿Desde cuándo quedarse dormido agotado del trabajo es de ser vago?). Cuando todos se marcharon, incluido el Señor Burns, pude marcharme. Era ya tarde (incluso para ir al bar de MOE), así que decidí ir directo a casa. Ah, y no he contado lo más divertido (digo refunfuñando) Se me estropeó el coche. Así que ahora tenía que irme andando desde la Central, hasta casa, siguiendo el mismo recorrido que aquel juego (que no existe en mi mundo) llamado Hit and Run.

Cerrada la central, me encaminé hacia casa.

La verdad, es que daba mucho miedo el parking de la central. El cielo estaba oscuro y había una gran luna redonda amarilla en el cielo. Solo mis pasos resonaban. Salía del parking y acabé en un camino de tierra. Al lado derecho había un bosque. Seguí caminando. Era tan tarde, que ni coches en movimiento había. Entonces, escuché unas risas. Al mirar hacia el cielo, vi la silueta de una bruja en su escoba. Me dio escalofríos. En aquel momento pensé que era mi cabeza, cansada de tanto trabajar (¿En serio, papá?) (¿Qué? Trabajo doce horas semanales ¿sabes? Venga, sigue con el relato, digo, continúo).

Pasé al lado de unas cuantas casas caravana. Saludé a Cletus, que estaba sentado en su silla de madera en el porche y crucé el puente que daba acceso al otro lado de la ciudad. Allí vi un cementerio. El cementerio de Springfield. Me adentré en él y visité la tumba de mi madre. La echo de menos la verdad…

Fue entonces cuando, sin aviso previo, escuché gemidos. ¡Y de una de las tumbas salió un zombie! En serio. Era pálido, grisáceo, delgado y gemía “cerebro”. Grité, como suelo hacerlo en la serie vida real y salí corriendo todo cuanto me permitía mi espléndido físico. Enseguida noté mi corazón latiendo con fuerza y cansado. Sin duda, debido al trabajo, claro.

Fue cuando me percaté de que había zombies por toda la ciudad. Gemían cerebros e incluso vi como se comían a nuestro Lenny en la calle. Llegué al Badulaque, donde Apu, pensando por un momento que yo era un zombie, me apuntó a la cabeza. Al ver que no lo era, dijo:

¡Es usted, señor Homer! Lamento haberle apuntado ¿quiere comprar algo?

Err… si bueno — respondí —. La verdad es que solo buscaba esconderme de los zombies.

¡Los ha atraído, idiota! — exclamó Apu al tiempo que disparaba a dos zombies que acababan de entrar.

Discretamente, salí por donde había venido. Desde luego, el Badulaque no era buen escondite. Debía llegar a casa.

Seguí corriendo esquivando zombies y por fin llegué a casa. Pero la historia todavía no había acabado. Al llegar, encontré la casa vacía y una nota de mi familia que decía:

Homer.

Alguien ha liberado a los zombies con un hechizo. Creemos que el hechizo viene de la sección prohibida del Colegio de Springfield. Si lees esta nota, estaremos allí.

Te quiere, Marge.

PD: Flanders cuidará de Maggie.

Estúpido flanders, pensé.

Así pues, cogí la escopeta que escondía en mi casa y me dirigí al colegio. Por desgracia para mí, Marge se había llevado su coche, así que tuve que ir andando.

Gracias a mi escopeta, pude darle su merecido a algunos zombies. Ah sí, al salir de casa vi a Flanders en la ventana de su dormitorio, con Maggie en brazos.

¡Hola, holita vecinito! — me dijo saludándome la mano mientras movía ese irritante bigotillo.

¡Callate Flanders, nadie necesita de tus palabrillas!

¡Entendido!

Una vez me hube librado del pelmazo de Flanders, mi camino a la escuela de los niños se me hizo más fácil.

Por fin pude llegar, tras deshacerme de más zombies de esos y subí las escaleras que llevaban a la escuela. Allí en el pasillo, donde no había luces (tacaños), había muchos zombies de los que me deshice con mi escopeta. Llegué al almacén de los libros, y allí estaba mi adorada familia: Marge, Lisa, y el niño . Tras abrazarlos, vi que Lisa sostenía un libro rojo.

Homer, menos mal que has venido — dijo Marge.

Papá — dije yo digo, dijo Lisa simpson —. Con este libro, podremos deshacernos de los zombies.

Entonces, escuchamos de nuevo la risa de la bruja. Ella apareció montada en su escoba, riendo, le quitó el libro a Lisa y se posó en el suelo. Era horrenda (aunque no tanto como Patty o Selma). Tenía cabello canoso, piel verdosa, una nariz muy fea y una verruga. Además, era rechoncha. No tenía el buen tipo que tengo yo. En fin, ella rio y mostró que solo tenía un diente.

Oiga — dijo mi esposa —, ¿porqué hace esto?

Aún recuerdo cuando perdí ese concurso de disfraces — refunfuñó aquella bruja —. ¡Este Halloween me vengaré! Tal vez escaparais la primera vez, pero esta vez dejaré que los muertos hagan su trabajo ja ja ja.

¡Usted era la bruja del concurso del especial de halloween XVI! — exclamó Lisa.

La bruja rio y lanzó un hechizo con su varita. Todos lo esquivamos. El hechizo rompió el suelo. Luego, cuando la bruja se disponía a lanzar otro hechizo, esta quedó inmóvil y cayó al suelo, muerta. Tras ella, ¡estaba Maggie! (gracias Flanders, eres un pésimo canguro). Al parecer, le clavó el biberón en el cuello. Sangre verde salió del cuello y se extendió por toda la sala.

¡Maggie! — dijo Marge, agarrándola en brazos.

Lisa cogió el libro, lo abrió, y pronunció algunas palabras que no entendí.

El caso es que, gracias a eso, los zombies volvieron a sus tumbas.

Se acabó — dijo Lisa.

Genial — dijo Bart —. Ahora volvamos. Quiero ver el especial de Halloween de Krusty. Y revisar la casa de Skinner.

Dijo mientras reía maliciosamente.

Como era Halloween, Bart vestía de pirata, Lisa de bruja, Marge de catwoman y maggie de pirata también. Yo, como estaba en el curro no me disfracé.

Mientras regresábamos, yo quise saber cómo sabían lo del libro:

Espera — dije —. ¿Cómo sabíais lo del libro?

Lisa contestó:

Cuando vimos que los zombies estaban atacando la ciudad y que los gritos eran demasiado reales para ser zombies, Bart y yo recordamos el especial de Halloween 3, donde ambos traímos de vuelta a los zombies. Pensamos que quizá en la escuela se hallara la respuesta.

Bien pensado — dije.

Entonces me enteré de que Bart había llenado de huevos la casa de Skinner. Los dos nos reímos mucho. Vi a Skinner enfurecido. Y volvimos al cálido sofá, toda la familia, mientras que tuve que tragarme el estúpido programa de Krusty, quien estaba vestido de vampiro y tiraba calabazas al actor secundario Mel.

Ah, y me pareció ver al actor secundario Bob en la ventana de casa .



¿En serio papá? — dice ahora mismo Lisa, al momento de escribir estas lineas.

Sí — respondo con toda la calma del mundo.

Veo a Lisa subir corriendo al cuarto de Bart y gritar horrorizada. La sigo y al llegar al cuarto del niño, veo que le habían ¡destripado! Me arrodillo, llorando, mientras veo las tripas de mi hijo fuera de su cuerpo, un cuchillo de cocina clavado en su frente y escrito en la pared con sangre:

DIE BART, DIE.

viernes, 3 de marzo de 2023

CRÓNICAS ELEMENTALES 2: EL VIDENTE

 

Jack despertó de repente, con la respiración agitada. Acababa de tener una pesadilla muy vivida. El corazón le latía a mil por hora y parecía que le fuera a estallar. Literalmente podía escuchar como su corazón bombeaba con fiereza. Lisa se encontraba a su lado profundamente dormida. Despertó de pronto, alarmada por los sonidos de su corazón. Al ver la expresión de su amigo, Lisa se aterrorizó.

  • ¡Jack! ¡jackie! — dijo su apelativo cariñoso —. ¿Qué te sucede?

No le preguntó si estaba bien. Lisa sabía a la perfección que no lo estaba. Jack quería responder, pero la voz no le salía. Boqueaba y notaba como el aire se le escapaba rápidamente. Se sentía como si hubiera corrido diez millones de kilómetros y no pudiera recuperarse.

Lisa, en un acto desesperado, colocó una mano encima de su amigo y comenzó a usar magia. Jack se dio cuenta de que le estaba drenando parte de su energía. Aunque iba recuperando aire, aún le faltaba mucho y dudaba que Lisa pudiera curarle por completo.

  • ¡LILY VEN RAPIDO! ¡TU HIJO SE MUERE!

Siguió drenando energía, ayudando a su amigo. La espera se hizo eterna, llegando Lisa a preguntarse si Lily la habría oído.

Entonces Lily hizo acto de presencia. Iba vestida con una bata que le tapaba todo el cuerpo y unas zapatillas. Como un rayo, Lily apartó a Lisa y utilizó su magia para drenar su energía. Al cabo de un minuto el pulso de Jack se empezó a normalizar y este se tranquilizó. Dejó de escuchar a su corazón y Jack respiró aliviado.

Rakon entró poco después por la puerta. Lily respiró aliviada y miró a su hijo mayor. Esa mirada bastó para hacerle entender a Rakon que todo había salido bien, su hermano pequeño estaba a salvo. Jack pudo notar el suspiró casi imperceptible de alivio que soltó su hermano. Se fijó entonces que su padre, Jorge, también estaba, con el rostro visiblemente preocupado.

Estaban de vuelta en casa. En Abandonado. Habían transcurrido tres días desde la victoria sobre Feinsteir. No había noticias de adonde habían ido los Mohen. Se suponía que se estaban reagrupando, lamiéndose las heridas y trazando un plan de venganza. No tenían forma de saber si seguían siendo leales a Zodiac, o por el contrario planeaban ir por su cuenta. Zodiac no había enviado todavía un ejército para recuperar la ciudad. Lily suponía que tal vez todavía estaría pensando un plan y formando el ejército. Zodiac solía ser extremadamente cuidadoso y sensato.

Lily había insistido en regresar a casa.

  • No voy a permitir que mis hijos se queden en un lugar que puede ser atacado al instante — le había dicho a la reina.

Y habían regresado a Abandonado. Sin los misterios, ahora era un lugar más seguro. Al volver allí, Jack se había percatado de que sus ojos habían retomado el azul de siempre. Notó que lo hicieron cuando la ira por el asesinato de su abuelo Fran desapareció. Ahora solo estaba triste, pero sabía que con el tiempo se recuperaría.

  • ¿Cómo te encuentras cariño? — le preguntó Lily a su hijo.

  • Bien — respondió este suspirando —. Gracias mamá. No sé qué me pasaba…

  • Yo sí — le contestó esta —. ¿Tienes fuerzas para levantarte?

Jack se incorporó parcialmente hasta quedar sentado en la cama. Tras un momento, asintió afirmativamente con la cabeza.

  • Sígueme entonces.

Jack se levantó. Llevaba puesto su típico pijama azul. Rakon y Lisa también la siguieron.

Rakon llevaba su pijama negro y Lisa uno rosa. Lisa había decidido quedarse en casa de sus amigos, pues tras la traición de Mery y casi perder a Jack, no le apetecía pisar su casa. Una casa que le recordaba constantemente su vida con Mery. Esa noche sí volvería a casa con sus padres, pues llevaba sin verlos desde el día anterior. Miriam y Luis estaban muy ocupados con la reconstrucción de la ciudad Feinsteir, pero aun así tenían tiempo de visitar a su hija.

Lily los guío hasta la biblioteca donde almacenaban todos los libros. Una vez dentro, Jack vio cómo su padre cerraba la puerta de la biblioteca. Fueron a la sección donde Jorge guardaba los libros que él mismo escribía y Lily fue al segundo libro que su marido publicó. Lo sacó de ahí. Tras ese libro, había un hueco falso del que Lily sacó un volumen grueso, titulado: Crónicas Elementales: Historia de los Elementales.

Aquello intrigó enormemente a Jack. ¿Qué habría en ese libro? Obviamente entendía que explicaría la historia Elemental: cómo fueron creados, la duración de su mandato, lo justas o injustas que eran sus leyes, etc. Lily dijo:

Este es uno de los pocos libros que se logró rescatar de la Torre de Zodiac. Si bien la enorme mayoría está en Luxbe, algunos los guardamos aquí.

Lily abrió una sección llamada RAREZAS ELEMENTALES. Lily citó textualmente:

  • Los elementales, aparte de sus poderes de fuego, agua, aire o tierra, pueden poseer otros poderes extraños, como la visión”.

Lily carraspeó para hablar sobre la sección VISIONES DE ELEMENTAL.

  • La visión es un poder que solo un puñado de Elementales posee y aún menos dominan. Tienen la capacidad de ver el pasado, presente o futuro. No obstante, este tiene un costo: afecta al corazón, y drena la energía del vidente.”

  • Así que por eso muchas veces me falta el aire — entendió Jack.

Lily asintió.

  • Así es.

Lisa miró a Lily pensativa y dijo:

  • ¿Me deja el libro?

  • ¿Por? — la voz de Lily sonó desconfiada y temblorosa un momento, pero, aunque trató de disimularlo, no engañó a nadie. Menos a Lisa.

  • Porque me gustaría mucho echarle un vistazo.

  • Quizás en otro...

Sin esperar a que terminara, Lisa le arrebató el libro de las manos sin importarle la mirada de asombro que la madre de su amigo le dedicó. Los demás también se mostraron sorprendidos ante esta iniciativa, especialmente Jack, que no se esperaba aquello para nada. Lisa encontró lo que buscaba:

  • Lo sabía. Aquí dice — citó señalando el texto: — “Si se tienen demasiadas visiones seguidas, el Elemental puede morir muy joven”.

Lisa se quedó muda. El resto también. Lily tenía la cara blanca y Jack quedó petrificado. Así que podía morir. No es que no se lo hubiese imaginado antes, pero tenerlo confirmado así...

  • No tenía que saberlo — Lily intentaba contener su ira.

  • Merece saberlo — Lisa estaba triste.

Aquello pareció aplacar un poco a Lily.

  • Tiene razón mamá — la voz de Jack era apagada —. Ya me lo había supuesto antes de todas maneras. No era muy difícil de adivinar, teniendo en cuenta que casi se me corta la respiración hace nada.

Rio para suavizar la situación, pero no logró nada. Rakon posó una mano en el hombro derecho de su hermano:

  • Eso no te sucederá. Eres joven, fuerte y estamos aquí para evitar eso.

Jack agradeció el gesto. Jorge no dijo nada. No sabía que decir.

Jack entonces decidió contar su sueño. Tras hacerlo, Lily dijo:

  • Espera... creo que esa casa... ¿es de madera has dicho no?

Jack asintió.

  • En Abandonado solo hay una casa así y está a un par de calles de la nuestra. Apenas se tarda cinco minutos andando.

  • ¿Insinúas...? — preguntó tímidamente Jorge.

  • Exacto. Creo que es la casa de aquí al lado. Si aún no ha pasado, podemos cambiar los hechos.

Lily y Jorge se cambiaron, así como el trío. Lily se puso el traje de combate: negro por doquier, mientras que Jorge un chándal. Jack se puso camiseta, vaqueros y deportes, igual que Rakon y Lisa. Al verlos, Lily dijo:

  • ¿Adónde os creéis que vais?

Los tres se miraron. Fue Rakon quien contestó.

  • A Ayudar.

  • De eso nada — prohibió Lily haciendo caso omiso a las protestas de los chicos —. Ya tuvisteis más que suficiente en Feinsteir. Os quedaréis aquí. ¿Queda claro?

Los ojos negros de Lily se volvieron más negros y eso los convenció. Lily le hizo una caricia a cada uno y se marchó con Jorge.

Después de eso, Jack siguió investigando el libro por su cuenta. Estaba tumbado en la cama de su cuarto. El libro explicaba muchas cosas: el inicio de los Elementales y como estos hicieron frente a los Mohen extinguiéndolos y como luego, misteriosamente, desaparecieron. Nadie sabe qué sucedió, no había páginas registradas de ello, pero Jack supuso que debió ser algo muy gordo. Quizás una guerra interna entre ellos.

No sería la primera vez pensó.

Lisa y Rakon entraron en el cuarto de Jack.

  • Jack — dijo Lisa. Este la miró.

  • Vamos a ir en busca de mamá y papá — dijo Rakon.

  • Pero se enfadarán — objetó Jack.

  • Hace demasiado que se marcharon — respondió su hermano —. Temo que les haya pasado algo.

  • ¿Cuánto tiempo ha pasado?

Preguntó Jack al tiempo que se inclinaba para ver la hora en su despertador. Ya hacía una hora que se habían marchado.

  • Una hora — le contestó Lisa a pesar de saber que Jack ya se había respondido así mismo.

  • Bueno, está bien.

No estaba demasiado convencido, pero estaba deseando salir de ahí y descubrir más sobre su sueño. Sería la primera vez que podría investigarlo a fondo. Se preguntó entonces si su sueño había ya ocurrido o, por el contrario, aún no. O quizá aún se estaba desarrollando.

Armas en mano, los tres salieron a la calle, dispuestos a encontrar a los padres de Jack y Rakon.



Lily y Jorge apenas tuvieron que recorrer un par de manzanas antes de llegar a la casa de madera. No tenía pérdida: era la única casa tallada en madera en todo Abandonado.

La casa en sí parecía intacta, aunque Lily notaba algo raro. El jardín estaba cuidado, así que, si ya habían ocurrido los hechos, no hacía mucho. Jorge empujó la puerta y esta cedió ligeramente. No necesitaron forzarla. Aquello le dio muy mala espina a Lily.

  • Aparta — susurró a su marido. Este, obediente, se puso tras ella.

Lily entró con suavidad. Gracias a un hechizo, ni los pasos de ella ni los de su marido podían escucharse en dos kilómetros a la redonda. Lily tenía poder suficiente para aumentar ese radio a un total de diez, lo cual era toda una proeza ya que el mago estándar podía alcanzar como mucho los cinco kilómetros y los brujos ocho.

La entrada estaba vacía y seca. No había restos de que hubiera sido inundada, pues la madera ni siquiera estaba blanda ni mojada.

Parece que la visión de Jack...

Estaba pensando cuando de pronto vio un cuerpo arropado por una sábana blanca. Del cuerpo emanaba un charco de agua. Atrás suyo, Jorge se removía inquieto: había visto lo mismo que ella y, nervioso, no cesaba de mirar a todos lados, buscando la amenaza.

Lily se acercó con precaución al cuerpo. Lo destapó con el mismo cuidado que si se tratara de una bomba que estalla al contacto. Allí se encontraba el cuerpo sin vida de la joven con la que Jack había soñado.

Maldita sea pensó Lily hemos llegado tarde.

El sonido de una metralleta hizo que Lily reaccionara por puro instinto. Lo hizo a una velocidad que ni ella misma se creía capaz. Se abalanzó sobre su marido, sin ver de dónde provenía la amenaza e inmediatamente activó un escudo protector. Los disparos venían en dirección frontal. A través del escudo transparente, Lily vio a Tizane. Tal como en la visión de Jack, este llevaba un arma por brazo.

¿Qué se ha hecho? O qué le han hecho.

Tizane reía como un loco, pero debido al ruido de los disparos, Lily no podía oír bien qué decía, aunque tenía claro que se estaba burlando de ella. Eso no bastaba para enfurecerla. Debido al escudo protector, Lily se hallaba entre la espada y la pared. Si deshacía el escudo para atacar, ella y Jorge morirían. Si no, no sabía cuándo Tizane terminaría su ataque. No parecía tener fin. Lily comprendió de pronto que Tizane no tenía intención de parar. Al parecer su arma era infinita y no se detendría hasta que ella deshiciera el escudo y muriera.

Estaban atrapados.



Jack, Lisa y Rakon llegaron a la casa de madera. Allí, desde las ventanas, vieron como Lily resistía ante Tizane.

  • Tenemos que intervenir — dijo Jack angustiado.

  • Vayamos por atrás, no se lo esperara — propuso Lisa.

  • Yo me quedaré aquí — dijo Rakon calmado. Jack envidiaba eso de él.

  • ¿Por? — Quiso saber el muchacho.

  • Tizane podría acorralaros a vosotros también. Y no se esperará una fuerza extra desde el frente de nuestros padres. Creerá que estoy en otro lado.

  • Bien pensado — dijo Lisa maravillada.

Pero antes de siquiera poner en marcha el plan, Lily deshizo el escudo. Aquello la dejaba expuesta.

  • A la mierda el plan — exclamó Jack —. Hay que entrar ¡ya!

Vieron como Lily lanzaba un hechizo fuego a su oponente que este esquivaba con facilidad. Jorge, debido al terror que sentía, no movía un músculo. Parecía una estatua de cerámica mal colocada.

Jack, Lisa y Rakon entraron por la puerta principal. Lisa enseguida usó su habitual hechizo de luz al tiempo que Rakon y Jack se abalanzaban sobre Tizane para atacarlo. Sabían de sobra que esquivaría el ataque.

Tizane esquivo el ataque, efectivamente, pero también golpeó con una pierna a Rakon y luego apuntó hacia Jack. Este casi no tuvo tiempo de esconderse tras el sofá donde aún descansaba el cuerpo del hermano. Las balas abrían agujeros en la piel del sofá. Lily entonces lanzó un hechizo luz hacia su oponente para cegarlo. Este, que estaba distraído tratando de matar a Jack, recibió el impacto. Acto seguido Lisa usó nuevamente la luz para desintegrar a Tizane, pero este se volvió a escurrir. La televisión fue lo único que se desintegró. Rakon atacó a Tizane. Solo gracias a su temporal ceguera, logró hacerle un corte. No obstante, el oído de Tizane era increíblemente agudo. Y su velocidad mayor todavía.

  • ¡Eres un monstruo! — gritó entonces Lisa, pillando desprevenido a los demás, que no se esperaban que ella hablase —. ¿Cómo pudiste matar a esos chicos?

Jack vio los cadáveres del niño y su hermana. Sintió una impotencia que no había sentido nunca.

Tizane rio. Parecía un maníaco, pensó Jack.

  • Para vuestra información, yo sólo maté al chico. No a la chica.

Tizane parpadeó. Volvía a ver con claridad. Suspiró y siguió hablando:

  • Esa joven... — miró al cuerpo sin vida de la chica — utilizó involuntariamente su poder elemental.

  • Su... ¿qué? — dijo Lisa estupefacta.

Tizane soltó una risita.

  • Así es. La chica era una Elemental. Como este chico.

Señaló a Jack. Este estaba inmóvil, tratando de procesar la información que acababa de recibir. Tizane añadió:

  • Localizamos a la chica gracias a que ella utilizó su poder antes.

  • Así Zodiac pudo encontrarla — entendió Lily horrorizada.

  • Sí — rio Tizane —. Y todo gracias al hechizo para detectar magia que implantó. Toda una hazaña. Tengo entendido que es el primero en crear ese hechizo a nivel global.

Rakon atacó entonces, pero recibió una fuerte patada de Tizane que lo envío directo hacia sus padres, quienes recibieron el impacto demasiado rápido para pararlo. Lisa usó enseguida el hechizo luz, pero Tizane la esquivó y atacó. La arañó por la mejilla izquierda, creando tres finas fisuras rojizas en su piel y enviándola contra el cristal del salón, sacándola fuera de la casa.

Solo Jack quedaba en pie.

  • Bueno, bueno — se burló Tizane —. Ya no tienes ningún guardián.

Apuntó con su arma hacia Jack. Jack sabía que no podría esquivar su ataque lo bastante rápido. Así que tomó lo único que podía hacer.

Una enorme ventisca proveniente del cristal roto empujó a Tizane qué, sorprendido, fue arrastrado por ella. Salió de la casa y Jack fue tras él. Salió justo a tiempo de ver como Lisa desintegraba finalmente a Tizane gracias a que este estaba atrapado en el tornado que Jack había creado. Jack deseó que el viento cesase y así sucedió. Lentamente, Jack aprendía a controlar su nuevo poder.

Tuvo que morir mi abuelo para que surgiera pensó con rabia.

Al menos Tizane ya no daría más problemas a Alavir. Y Zodiac tenía un soldado menos. Habían logrado una pequeña victoria más.

  • ¿Todos bien? — preguntó Lily.

  • Sí — respondió Jack, secundado por los demás.

Jorge tenía la cabeza gacha. Jack sentía ira y pena hacia él al mismo tiempo. Sus emociones se mezclaban y provocaban que Jack no supiera exactamente qué pensar de su padre. Le daba lástima que su miedo le impidiera luchar, y a la vez, le daba rabia que no espabilara de una vez. Él tenía catorce años y había tenido que intervenir más de una ocasión.

  • ¿No os dije que os quedarais en casa? — la sombra de una bronca asomó los ojos de Lily.

Los tres no supieron qué decir. Lily suspiró, derrotada. En su interior, se sentía agradecida de que la hubieran ayudado a ella y su esposo, pero odiaba que se hubieran puesto en peligro.

  • Bueno — dijo Lily carraspeando — ahora ya sabemos por qué Tizane iba por esta familia.

  • ¿Qué hay de los padres? — quiso saber Lisa preocupada.

  • Contactaré a la reina tan pronto volvamos a casa — informó Lily —. Así ella podrá verificar su paradero, quienes son y darles la triste noticia.

La voz de Lily era pura amargura.

Regresaron a casa, no sin antes inspeccionar el resto de la casa. La habitación de Helena estaba totalmente encharcada. Sin duda ahí murió ella. Tizane debió llevarla abajo para usarla como cebo.

De vuelta en casa, Lily contactó con la reina usando la piscina como una especie de webcam mágica. La reina iba ataviada con un vestido azul oscuro. Su cabello peinado y cuidado dieron la pista a Lily que no se acababa de levantar precisamente. En la imagen solo podía verse a Isabel, pues esta había bloqueado con magia las comunicaciones para que nunca saliera el lugar donde se encontraban, y así el enemigo no las detectara.

  • ¿Qué sucede? — preguntó la reina, curiosa.

Lily procedió a contarle toda la historia. La reina escuchó pacientemente y en silencio. Cuando terminó, se tomó un instante para responder:

  • Enviaré a Licántropo a investigar. Tan pronto localicemos a su familia, te lo diremos.

  • Gracias, majestad.

Terminada la charla, la reina deshizo la comunicación, sin siquiera despedirse.

A Lily esto no le afectó lo más mínimo. Ya conocía a la reina; estaba acostumbrada.

Cuando regresó al salón, vio a su familia y Lisa sentados. Jack, Lisa y Rakon en el sofá, mientras que Jorge en el sillón.

  • ¿Qué tal ha ido? — quiso saber su marido. El resto la miraron.

  • Bien — dijo ella.

No dijo nada más y se marchó dirección a las escaleras.



  • ¿Qué le sucede? — quiso saber Jack, intrigado.

  • Lo de esa chica la ha afectado — le informó su padre —. Supongo que le ha recordado a ti.

  • ¿A mí? — preguntó confuso. De repente entendió. Ella era Elemental como él.

  • Sí. Hoy podrías haber sido tú. Dale tiempo. Necesita asimilarlo.

Jack tragó saliva y miró por donde su madre se había marchado. De repente, notó una punzada de culpa por haber ido allí.

Lisa le agarró la mano y lo miró.

  • No Jack.

Él entendía su mensaje:

No te sientas culpable. No es tu culpa. Solo estabas preocupado por ella”. Los dos se abrazaron. Jorge se incorporó.

  • Iré a ver a tu madre.

Jack asintió.

  • Chicos... — dijo Lisa, algo tímida — yo me marcho ya.

  • ¿Y eso? — quiso saber Jack.

  • Quiero ver a mis padres. Hace días que no les veo.

  • Ah claro — Jack se sonrojó un poco.

Los tres se levantaron. Ambos hermanos acompañaron a su amiga a la puerta.

  • Luego me despido por ti — le informó Jack.

  • Gracias — dijo Lisa.

Dicho esto, ella se marchó.



Lisa apenas tardó un minuto en cruzar la calle y entrar en casa. No entraba con una llave, ahora usaba un hechizo de apertura que sólo ella y su madre podían utilizar, para evitar que Mery ingresara a la casa. Luis ahora tenía que esperar a que alguna le abriera la puerta.

  • Menudo asco — había refunfuñado.

Pero no se había quejado más. Sabía por qué lo hacían. Lisa aún recordaba con amargura las expresiones de dolor en el rostro de sus padres. Luis no lo había expresado, como siempre, pero Miriam se había hartado de llorar. Luis la abrazó y no hizo nada más.

  • ¡Mamá, Papá! — Exclamó Lisa con alegría infinita en cuanto abrió la puerta —. ¡Ya estoy en...!

Lo que vio la enmudeció de golpe. Allí delante, en el pasillo, justo al lado de las escaleras, se encontraban los cuerpos de Miriam y Luis. Inertes los dos, con sus dos ojos abiertos en una expresión de horror. No había sangre, pero sus cuellos estaban doblados de una forma anti natural y Lisa sabía que estaban muertos. Y delante de esos cuerpos, se hallaba el encapuchado que una vez salvara a Jack y Rakon en el laberinto, espada en mano.















jueves, 2 de marzo de 2023

CRÓNICAS ELEMENTALES 2: PRÓLOGO

 

Helena estaba en su cuarto escuchando música procedente de su Smartphone, cuando escuchó ruidos procedentes de la planta baja. Los ruidos eran fuertes. Al principio a Helena le costó identificarlo, pero pronto descubrió que se trataban de disparos.
Ya está ese renacuajo otra vez con la consola. Ni un momento me deja tranquila, maldito crío.
El hermano de Helena. Se llamaba Javier, tenía ocho años y se le daba mejor matar zombis en la consola que estudiar. Helena se incorporó dispuesta a echarle la bronca. Sus padres habían salido, así que ella era la que estaba al mando. Y al contrario de otros padres, lo que ella dijera iba a misa, así que poco tenía que hacer aquel niño malcriado.
Se miró un momento en el espejo colgado de la pared que había frente a ella. Su cabello negro estaba revuelto de haber estado en tumbada en el catre. Tenía dieciséis años y tenía las preocupaciones sobre su aspecto típico de cualquier adolescente. Iba vestida con una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros. Se puso unas zapatillas color celeste y salió del cuarto.
Para cuando bajó, los disparos cesaron. Todo quedó tranquilo. Demasiado tranquilo. Tal vez su hermano la hubiese escuchado, pensó con suficiencia, y se había amedrentado. Aunque al cavilarlo mejor, pensó que eso resultaba improbable, ya que su hermano era la persona más maleducada y déspota del mundo, si bien cuando quería era un amor. Al entrar al salón se percató de algo que le dio muy mala espina:
El televisor estaba apagado; las paredes estaban manchadas de sangre.
— ¿Ja.. Javier?
Preguntó ella con temor. Si era una broma se iba a enterar.
El salón estaba formado por un sofá. Detrás del sofá había una mesita baja y colgada de la pared un televisor de cuarenta pulgadas. Bajo la pared había una chimenea apagada y a ambos lados dos estanterías llenas de libros, marcos con fotos y con un hueco para la consola. La mesa estaba rota, los libros agujereados y los marcos estropeados. Y tendido en el sofá, descansaba un cuerpo diminuto, el de un niño. El cuerpo había sido acribillado salvajemente. Helena se tapó la boca al gritar. Un grito lleno de pena y desconsuelo, pero también de horror. ¿Quién había matado a Javier? Ella había estado arriba, lo había oído todo. Pensaba que era por el videojuego y en realidad estaban matando a su propio hermano en sus narices.
Escuchó un crujido a su derecha. Allí, imponente, se alzaba un hombre alto, de cabello enmarañado negro; ropa raída y piel demacrada. Su mano izquierda tenía incrustada un arma de fuego unida a su piel. Formaba parte de él. Este sonrió.
Helena no lo pensó: corrió dirección a la puerta, pero esta no se abría. La habían bloqueado. Escuchó disparos y presa del pánico corrió escaleras arriba, hacia su habitación. Buscaba un refugio seguro. Un lugar donde esconderse. Tal vez podría escapar por la ventana se dijo. Cuando llegó a la entreplanta pudo visualizar a través de una ventana el jardín trasero de su casa. Inexplicablemente, la casa se estaba inundando. Por arte de magia había aparecido agua y el nivel de esta iba subiendo.
¿Có…cómo es posible?
Los disparos la alertaron nuevamente y subió a toda prisa hacia su habitación. Entró; echó el pestillo y se dirigió hacia la ventana. Pero para horror de ella, descubrió que el agua ya había llegado hasta allí. De repente, ya no escuchaba los disparos, pero el agua comenzó a colarse por su habitación y rápidamente empezó a inundarse.
No, no, no — dijo ella desesperada —. ¡AYUDA!
El nivel del agua inundó la estancia por completo en cuestión de segundos. Helena trató de abrir o romper la ventana, sin éxito. La respiración le empezó a fallar. Intentó ir hacia la puerta de su cuarto para abrirla, nadar hacia abajo y tratar de escapar por ahí. Pero mucho antes de siquiera empezar a nadar, supo que no lo lograría. Desesperada, se revolvió sobre sí misma tratando de respirar, hasta que todo se volvió negro.